sábado, 19 de mayo de 2007

Por una tortilla de patatas



La que se pudo armar por una tortilla de patatas. Estábamos en La Casa de la Cultura, mi amiga Almudena María Puebla había presentado su último libro de poesía infantil, una preciosidad, un libro lleno de ternura. Después de la presentación pasamos a una sala donde había preparado una pequeña merienda que, dada la hora, se convertía en cena. Con los Trotamundos pasamos al final de la sala para tomar algo, pero como los niños son así no les hizo mucha gracia los surtidos que había en las mesas. Alguien divisó una tortilla de patatas en una mesa cercana sin comensales encima y decidimos atacar. Cómo se pusieron las abuelas cuando vieron que les quitaba su tortilla. Qué pena, tan mal están de la vista que no se dieron cuenta que ya estaba partida. Cuando vieron que los niños hacían deleite del deseado manjar una de las abuelas nos quitó la tortilla. Como embajador de paz me acerqué a sofocar el hambre de ambos bandos: la de los niños, nerviosos y atónitos porque les habían quitado la tortilla, y la de las abuelas que con todo descaro no dejaban de comer y tragar. Qué pena, la contestación que me dieron me dejó por los suelos. Una de las abuelas, con la boca llena declaró, como principio de esta guerra por una tortilla de patatas, que los niños tienen mucho futuro, tienen muchas cosas por delante, y que ellas solo tienen el cementerio para mañana. Qué cara pondría que el resto de las abuelas, respondiendo al instinto de lo que son, llamaron a los niños y decidieron compartir el plato. Y la guerra por una tortilla de patatas llegó a su fin.
Todavía sigo dándole vueltas a esa frase. Me parece muy triste comer, bailar, correr la vaquilla, ir a misa, y pensar que mañana nos espera el cementerio. La vida es hermosa vivirla con todos sus riesgos. Tal vez por eso, porque es limitada, frágil, y compleja, tratamos de aprovecharla al máximo desde los valores esenciales. ¿Qué es mejor, ir mañana al cementerio con una tortilla en el estómago o haberla compartido con sus nietos? Dicen que las guerras empiezan por cosas insignificantes y dentro de la misma familia. No me extraña que Freud avisara que hay en nuestro interior un instinto que desea cargarse al padre, porque yo me hubiera cargado a alguna abuela para que mis Trotamundos hubieran merendado un poco de tortilla de patatas.

1 comentario:

anonimo dijo...

ai madre gregorio lo k acemos por una tortilla española... ¡ sieske esta mu buena¡¡¡