martes, 30 de noviembre de 2010

El Viaje de mi Vida.

El Monte Tabor.

Nada más salir del restaurante, Samar nos comentó algo de la comarca en la que estábamos y que nos dirigíamos al Monte Tabor y que tardaríamos unos cuarenta minutos en llegar. Yo creo que fue lo último que escuché. Me relajé y cerré los ojos. Era el momento de la santa siesta.

Se podía decir que fue un cerrar y abrir de ojos. Ya estábamos a los pies de el Monte Tabor. Un emplazamiento parecido a una pequeña parada de autobuses, en esta ocasión, estación de furgonetas adaptadas a taxis, con una pequeña tienda, un bar y zona de aseos, era el lugar de espera para subir al santuario del Monte Tabor, que se eleva en la llanura de Esdrelón con una altura de 588m.
Dada la dificultad para circular por su camino ascendente en zigzag para los autobuses se utiliza unos taxis de doce personas. Son famosos sus conductores por su poca temeridad a la hora de subir y bajar. De hecho, mi taxi, el primero que subió tuvo un percance con una señora que salió despedida de su asiento en una brusca frenada y su cuerpo se desplazó por el pequeño pasillo quedando el cuerpo a fuerza de voltarén.


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