lunes, 8 de noviembre de 2010

El Viaje de mi Vida.


Durante los días previos confieso que dormí mal, las valerianas fueron una gran ayuda, aunque la noche última un lexatin fue mano de santo. No estaba nervioso por el viaje, ni por las dificultades que me podría encontrar, ni por la maleta, que le di veinte vueltas. Mis nervios y preocupaciones, por eso el viaje se fue haciendo mío, venían de los controles de seguridad que hay que realizar antes de colocarnos tranquilamente, si se puede decir así, cuando uno toma asiento y sabe que durante horas va a estar a miles de metros de la superficie de la Tierra.
No me da miedo a volar, creo que es una forma de viajar apasionante, rápida y muy segura, por no decir lo eficaz que puede ser como medio de transporte. Pero son esos controles, quedar un tiempo antes, hacer declaraciones, pasar la maleta por unos radares que te miran todo, saber que te están observando, que miran tus muecas, gestos o sonrisas. Solo de pensar en eso me ponía nervioso. Tengo que decir lo ocurrido hace diecisiete años, que se dicen pronto, cuando la cocinera de Alcalá de henares me dio un queso para un religioso que vivía en Jerusalén y no me dijo que entre el envoltorio había puesto una tarjeta navideña musical. Cuando eso pasó por los controles la alarma sonó y no supe dar explicaciones de lo que contenía el queso en su interior. Me trataron como si llevara un explosivo. Con medidas de seguridad y a punta de cañón tuve que abrir el queso y ya vi, vimos y vieron, que solo era una tarjeta. Mi policía israelí, que era una mujer, no hizo ni una mueca de sonrisa. Pero eso fue hace mucho tiempo.
Vaya. La sonrisa de conocer a la magnífica gente que iba a viajar conmigo me duró poco, por ser el lider del grupo mi maleta, tras la entrevista de rigor quedó confiscada y tuve que ir, alejándome del grupo, a sus puestos de comisaría. No sé como se llaman esos pequeños cuarteles que tienen en el aeropuerto. Allí me abrieron la maleta, me miraron la ropa, dieron vueltas y vueltas a los libros que allí había guardado. Eso sí, les gustó la cámara de fotos, una Panasonic DMC TZ4, que manifestaron que hacía muy buenas fotos. Y eso, en este viaje, se va a poner de manifiesto.
De esa comisaría yo pude salir tras la revisión de la maleta. Pero allí deje, como una terrorista, a la que sería mi compañera de viaje, Mª Jesús. A la pobre le miraron hasta la grasa de sus botas que llevaba puestas y no la subieron al avión hasta cinco minutos antes de embarcar. Como para no tomar valeriana o lexatines antes de ir al paraíso divino de Israel. Pero en fin, si uno quiere ir a Tierra Santa, el viaje empieza con este mal trago de vinagre.
Pero merece la pena. Tierra Santa es el Viaje de mi vida.

No hay comentarios: