viernes, 19 de noviembre de 2010

Y en el silencio del barco, en medio del Lago de Tiberiades, suena la voz del Señor y los peregrinos escuchan. Se leen varios pasajes, pero hay muchos. El lago y sus riberas están llenas de palabras del Señor que habla y actúa, que llega al corazón de aquellos hombres y mujeres de su tiempo, que llegan a los hombres y mujeres de nuestro tiempo porque es la voz del Señor. Y su voz tiene autoridad.

Es la voz del Señor que llama a cada uno por su nombre y le dice Sígueme. Es la voz que reclama la justicia de los más pobres convirtiéndose en un nuevo profeta. Es la voz de los que tienen miedo y ven fantasmas andando por el lago. Es la voz de los enfermos, de los endemoniados, de los que han perdido el sentido por vivir. Es la voz del Señor cuyo eco todavía hoy se escucha en el silencio del lago y llama a cada peregrino por su nombre.

Andrea, Ana María, Leandro, María Jesús, Gregorio, Begoña, Tomás, Mario, Rosa, Amelia, Agapito, Luis, Luisa, Francisco Javier, Manuela, Julio, Encarni, Juan José, María del Carmen, Mary Cruz, Diego, Carmen, Maria del Carmen, Pilar, Ana, Isidoro, Arantzazu, Manuel, Petri, Juan Ramón, Isabel, José María, Julia, Nemesio, Paulina, Dolores, Pilar, Celestino, Carmen, Dolores, Seguidme.


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