martes, 16 de noviembre de 2010

En una colina, muy cerca del Primado y de Tabga se encuentra el conocido Monte de las Bienaventuranzas. Existen unas ruinas antiguas del siglo IV que vienen a decir lo probable que es este el lugar en el que el Señor sintetizó su doctrina a los hombres y mujeres que lo seguían.

La iglesia actual, obra del arquitecto Barluzzi del año 1937, tiene base octogonal, con claustro y balaustrada exterior, desde donde se puede ver una magnífica visión del Lago de Tiberiades. Es un lugar de oración y de silencio. Esta iglesia es atendida por unas religiosas franciscana que están pendientes del culto y que atienden amablemente a los miles de peregrinos que se acercan a este lugar donde el Evangelio hace eco en los oidos y daño en el corazón.

Las Bienaventuranzas no son una página bonita en el Evangeio de Jesús que vino al mundo a traer la Buena Noticia de la liberación del hombre. Su lectura y meditación son algo más que una paradoja para quien se enfrenta con este texto, pues muestra las claves del mensaje del critianismo y una forma muy distinta de cómo ve la felicidad el hombre. La forma de vida que anuncian las Bienaventuranzas implican plena confianza en el Autor de la Vida y un amor apasionado por los hombres, nuestros hermanos.

Bienaventurados los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el Reino de los cielos.
Bienaventurados los sufridos,
porque ellos heredaran la tierra.
Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia,
porque ellos quedarán saciados.
Bienaventurados ...

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