miércoles, 1 de diciembre de 2010

El Viaje de mi Vida.

La noche.

La noche, ese tiempo poético tras el crepúsculo, fue muy importante en el viaje. Poco a poco los peregrinos tomaron confianza conmigo y viendo que Samar, nuestro guía, junto al conductor se marchaban a dormir fuera de Tiberiades, quedaba como experto sobre el tema para cualquier pregunta. Mi fe no solo se ponía a prueba en el razonamiento eucarístico al explicar las Escrituras, sino que también en la tertulia de los pasillos, en la mesa de la cena o en el paseo nocturno.

La noche era un espacio de tiempo muy largo. Desde las cinco y media de la tarde hora en la que nos depositaban en el Hotel de vuelta hasta la una de la madrugada había mucho espacio para cubrir. Normalmente la cena era a las siete y media. Antes de dabas una buena ducha y escribías en el diario la jornada terminada con las anécdotas divertidas para recordarlas el día de mañana. Era bonito encender el televisor y tener a tu disposición el Mundo entero en su multitud ce canales. Para un español saber lo que está pasando en su tierra es muy entrañable cuando se está fuera. El tiempo era muy malo, con temperaturas bajas y con lluvias en España. Pero nosotros gozábamos de un otoño primaveral.


Y después de cenar algunos estirábamos las piernas. No hablaron de un espectáculo de sonido, agua y color en el Lago Tiberiades. No fue difícil encontrarlo. Bajando directamente por una calle llegábamos a la zona comercial de Tiberiades situada en la orilla de Lago pudimos ver como es la sociedad de Tiberiades: como un lugar turístico, de descanso y consumo. Nada más llegar partía un barco en el lago hacia el interior, como el de la mañana, cuando atravesamos el Lago de Tiberiades en silencio y oración. Pero esta vez, y con muchas luces, era una discoteca flotante.
A unos metros encontramos el lugar del espectáculo y gocemos con él. Pulverizando agua y con música clásica se iban dibujando imágenes de todo tipo, predominando los lugares de la comarca de Nazaret.
La gran sorpresa nos aguardaba a la vuelta. Como el que se encuentra un banquete de boda y participa en su fiesta. A la vuelta, tras la subida de regreso, escuchamos música en nuestro Hotel. Parecía una gran fiesta, pero solo era un Hombre-Orquesta que animaba a los turistas y peregrinos del Hotel. Y allá que nos metimos ... A bailar.
Nos lo pasamos muy bien y creo que también, esa noche, dormimos muy bien.



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