lunes, 6 de diciembre de 2010

El Viaje de mi Vida.

Caná de Galilea.

Alegre la mañana que nos habla de ti. Alegre, la mañana.
Nada más subir al autobús, Samar, el guía, me pedía: Padre, reza.

Esta mañana nos ocurrió algo gracioso. Todavía no dominaba los rostros y los nombres de mis peregrinos, cuando en el autobús estaba una señora sentada, más o menos, por los asientos 12 o 13, cuyo rostro me sonaba de haberla visto por el Hotel, pero no la recordaba sentada en el avión ni en ningún lugar por donde estuvimos el día anterior. Abrí mi cámara y observé que tampoco salía en ninguna de las fotos guardadas en la tarjeta digital.
Con todo respeto, y con ese miedo a meter la pata, me acerqué a ella y le pregunté por su marido. Bruscamente me respondió que la dejara de hombres. Alguien salió en mi ayuda y, como se descubre a una intrusa, se le dijo a la señora que ella no era de nuestro grupo. Había pedido al personal que hicieran el favor de ir siempre sentados en el mismo asiento así podríamos darnos cuenta si faltaba alguien en nuestro recorrido. A la señora no le sentó bien que no fuera su autobús y salió poco agradecida y de mal humor del nuestro. Eso sí, a nosotros nos vino muy bien para comenzar el día alegres y con una carcajada.

Alegre la mañana que nos habla de ti. Así, con esas palabras y con esos sentimientos comenzamos la siguiente jornada de nuestra peregrinación cuyo primer destino era la aldea de Caná de Galilea, situada cerca de Nazaret, a 8 km, y con una pobración en la actualidad de unos 8.000 habitantes. Es un bello pueblo donde Jesús comenzó su vida pública.

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