jueves, 2 de diciembre de 2010

El Viaje de mi Vida.

Esa noche.

Esa noche fue muy especial para mi. Había manifestado a varios amigos las ganas que tenía de bailar, de perderme en un local, en una discoteca y bailar y bailar, como cuando era más joven. Pero en Guadalajara no hay locales para esa gente que ni de ser del Inserso no se identifican con los jovencitos de hoy. Encontrar la música en el Hotel y la posibilidad de bailar fue un placer benéfico que me hizo deshacer muchos entuertos por dentro. El sudor de los movimientos quemó mucha energía parada y liberó mi espíritu. Fue como una danza mística. No importaba lo que veías, lo importante era lo que sentías. Y en esa noche se acumularon ideologías caducas que había que desechar.
No me extrañaría verme colgado en Internet en fotos o en vídeo. Las chiquillas del Hotel no dejaron de hacerme fotos o de grabarme desde sus móviles. Les tuve que hacer mucha gracia al ver un tío de cuarenta y tantos años bailar sin complejos. Pero claro, fui el protagonista de sus fotos y de sus móviles hasta que entró un joven mejicano que llevaba en su cuerpo más horas de gimnasio que de biblioteca. Me sentí destronado del mira quien baila sin que el sudamericano pisara la pista y diera dos pasos en la pista del baile. Aun así, yo seguí sin complejos, disfrutando de la noche y de la posibilidad de bailar. Como se suele decir, esa noche los españoles cerramos el bar.

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