miércoles, 29 de agosto de 2007

La vida ¿continúa?


Dicen que todo lector lleva dentro muchas ganas de escribir. Creo que es verdad. Cada lector lleva dentro un pequeño escritor. Por eso he sentido la muerte de Francisco Umbral. No he leído ninguno de sus libros, tan solo sus columnas en El Mundo cuando voy a Retro a tomar café. Ni siquiera aguantaba la lectura de muchas de sus columnas cuando descalificaba al individuo de turno antes de un punto y aparte. Pero reconozco que su libertad a la hora de escribir era digna de admiración.Tampoco era de mis escritores favoritos, pero por hecho de ser escritor siempre le he mostrado un respeto y cariño, le veía siempre solo y malhumorado. Me gustaba su estilo y en más de una ocasión he tratado de imitarlo. Su muerte queda empaquetada con otras muertes. Como si la muerte anunciada no fuese individual y el grupo tuviera prisa por marcharse. La muerte de Umbral esta unida a la del joven Puertas, jugador de fútbol del Sevilla, a la de la actriz Enma Penella, y vete a saber a quién más se ha buscado para llevárselo al más allá. También en La Puebla la muerte nos visita para dejar en paz el cuerpo de este joven que se fue a Inglaterra a aprender inglés y tras el sueño de la noche lo encontraron muerto. No sé, cuando hay tanta muerte alrededor me pregunto mucho por la vida, por la calidad de vida, por las ganas de vivir.
¿Qué es la vida? Me pregunto muchas veces, más cuando he sobrepasado y sobrepesado los cuarenta años. Calderón de la Barca nos dijo que era un sueño, un frenesí, una ilusión. La vida está ligada a la muerte y la muerte es parte de la vida. Nuestra vida dependerá de cómo vivamos esta limitación, este freno en seco, este gran obstáculo. Quien piensa en la muerte es un enfermo. Pero quien solo piensa en vivir tiene una enfermedad mayor. Por eso creo que la vida es algo maravilloso que hay que saber valorar, dar importancia a los que viven con nosotros y proceder con humildad para que la felicidad pueda germinar en el corazón, en los sentimientos, en nuestra forma de pensar. La humildad es el reconocimiento de nuestra propia pobreza, miseria humana, reconociendo que no somos nada ni nadie. Lo que se han ido hoy en este largo tren tenían una vida gloriosa, un futuro exitoso, una fama ganada. Y como ellos, nos iremos y no nos llevaremos nada, pues este tren para sin parar y no admite maletas. Por eso, la muerte sigue siendo el juego de la vida, esa partida que cada día se comparte para ganar, para soñar, para llenarla de frenesí y de ilusiones. Sí, la vida continúa.

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