sábado, 18 de agosto de 2007

IIIº Festival Celestina

Me había dicho María Elena que a Antonio Ponce le había hablado mucho de mi. Hoy soy yo el que debe de hablar, de escribir de él y os confieso que me resulta difícil sin gritar un ¡bravo! ni dar un aplauso a su magnífica actuación en la cueva EL VERDUGO. Genial. Estupendo. Un monólogo que te pone la piel humana, sensible, cuando te cuenta, de forma sencilla y humana, los sentimientos, pensamientos y forma de ser de ese personaje que rompe los corazones, aplasta los cráneos, dobla los huesos, hace sufrir hasta la muerte. Me refiero al Verdugo. Ese personaje que aparece en todas las escenas inquisitoriales y que nadie refleja ni humaniza porque va con la cabeza cubierta pidiendo clemencia por sus acciones. Es esa parte humana la que habla, la que se expresa, la que trata de exponer al espectador para que no lo vean como un personaje de miedo, sino humano y débil; ese lado oscuro que quiere ver la luz.

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