martes, 31 de julio de 2007

Diario de vacaciones X

En la línea del Mediterraneo, cuando la luna muestra su mayor belleza en la grandeza de su luz, me encontré con mi sobrino, como si con el Principito francés me hubiera chocado, la sorpresa es mayúscula, no es lo mismo conocer y enfrentarte al inmenso Mar cuando estás a punto de cumplir los ocho años que cuando no tienes ni uno y llevas pañales por bañador. La conversación se hace intensa, hay que esperar mucho tiempo para que afloren los adjetivos que le han dicho sus padres y más para los sentimientos que le han producido a él el Mar, a un pirata como mi sobrino que le gusta navegar por el frío suelo de su casa. Pero la lección fue magistral. Volvimos a lo mismo, la belleza, que niño tan inteligente;no hay que preocuparse tanto del aspecto sino de estar bien uno mismo. La belleza, la felicidad, la salud, la paz. De cuantas cosas hablamos en tan intenso momento. Ahora, cuando la maleta ya va pidiendo su tiempo para cambiar de mar, la nostalgia de aprovecha de mi y me embarga el placer de unos días azules, salados, llenos de ritmo y amigos, que como una nube de verano, hasta el año que viene, si Dios quiere, volveremos a juntarnos para contemplar la belleza de la luna desde los balcones de Poniente. Y el Mar sigue aquí.

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