lunes, 3 de diciembre de 2007

SOLIDARIDAD





No sabría cómo escribir, cómo dejar costancia escrita de la visión que el pasado jueves, en las frías calles de Madrid, pude percibir. Me hubiera gustado saber utilizar mi móvil en esa faceta de grabadora que seguro que tiene y haber recogido la hermosa escena de la caridad. Había visto cómo jóvenes daban tremendas palizas a los indigentes y estoy seguro que alguno de los míos las tienen recogidas en su celuloides para reírse en sus muchos momentos de aburrimiento. Pero esto también era digno de grabarse, de recogerse, de plasmarse. O tal vez no, la belleza, la hermosura, como el amor, son destellos que en frascos pequeños, como la esencia de perfume, solo puede apreciar el que está capacitado para ellos. Cuando salía de un espectáculo, de un caro espectáculo, mis ojos se quedaron fijos, mis pies se pararon, mi mente no quería transgredir la imagen que tenía delante. Los había visto en los periódicos, los había visto en la Televisión, me habían hablado de ellos. Pero nunca los había visto. Nunca los había tenido tan cerca. Nunca había hablado con ellos. Y no es que quiera hacer intriga, no quiero contar ningún misterio. Solo quiero transmitirte la bella estampa de amor en una fría madrugada madrileña. Un grupo de jóvenes, abrigados con guantes, gorros y bufandas, hablaban amigablemente con los mendigos de la Gran Vía, a la altura de la Plaza de Callao. Portaban termos gigantes llenos de leche caliente con unas bolsas de magdalena. Y sí, Amigos, me hubiera gustado haber sabido cómo activar la grabadora de mi móvil para recoger esa hermosa escena en el comienzo del Adviento. Me hubiera gustado haberla grabado y haberla colgado en el Yotube para que vean que también hay gente, jóvenes de buena voluntad, de corazón caliente, que se preocupan por los más pobres, por los que están arrinconados en la sociedad, por los que se sienten fracasados en sus sueños e ilusiones. Todavía hay profetas del amor en plena calle madrileña dispuestos a ayudar, a quitar las penas o ,por lo menos, hacerlas más llevaderas con un vaso le leche caliente. Mi mente se volvió muy lejos, en el tiempo y en el espacio. Recordé como una noche fría de invierno en la dura Ávila, hice un bocadillo de tortilla y con un vaso le leche bajé al parque San Antonio donde una familia dormía al abrigo de los muros del convento. La caridad fue poca, pero la satisfacción fue mucha. Dicen que es mejor dar que recibir. Y qué razón tienen. Pero preferimos ser egoístas y que nos den, y así nos va. A pesar de los días transcurridos la imagen de esos jóvenes hablando con los indigentes de la calle con una sonrisa en el rostro no se me va... y no quiero que se me vaya. El que ha visto el amor, la caridad, la solidaridad, ha visto a Dios.

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