viernes, 21 de diciembre de 2007

María Vivar

María Vivar es la protagonista de mi Navidad, no solo porque ella haya sido el centro de mi reflexión en el artículo que he escrito sobre la Navidad, sino por ser una mujer especial, más que especial. María Vivar, acomplejada por su imagen y achacada por la enfermedad, vive sola, no tiene a nadie, convirtiéndose en un ramillete de desafortunados elementos de la suerte. Pero María Vivar es algo más, vale más de lo que se le ve; es de esas pobres mujeres que dan sus dos monedas, todo lo que tienen, a aquel amigo que se detiene, llama a su puerta y pierde el tiempo con ella. Qué pena me da cuando me cuenta los insultos y chiquilladas que le hacían de pequeña por ser así, minusválida, deforme por la enfermedad de los huesos. Y no solo son los muchachos los que se reían de ella. Durante mucho tiempo no se atrevía a salir de su casa, era un sufrimiento cruzar la Plaza y si se metían con ella se hundía. Cuantas veces nos hemos visto con las lágrimas en los ojos cuando hemos visto películas o dibujos animados de jorobados o deformes, con los que hemos sentido solidario nuestro corazón ante las injusticias y perrerías que tenían que soportar de sus paisanos. La vida real, la que sentimos en la calle, no es menos dura para los miserables del siglo XXI. Todavía nos reímos de la gente, de las personas que tienen una parte de su cuerpo que no es normal, de las que llevan gafas, de las que tienen un mechón de pelo antojadizo, de las que son diferentes; nos reímos y nos burlamos. Y lo peor de todo es que lo hacemos porque nos creemos superiores y mejores.
María Vivar, desde su pobreza y minusvalía, nos da mil vueltas a muchos normales. María no está sola, tiene a Dios y se siente afortunada de trabajar por el Reino, por hacer de nuestro pueblo un lugar donde el amor, la paz y la misericordia sean posibles. María vive su deformidad como una superación diaria, no sé cómo se las ingenia para abrir una latilla de mejillones o el bote de un refresco, para asearse diariamente, incluso para cocinar. María lee mucho, escucha mucho la radio y escasamente tiene tiempo para ver la televisión porque dedica su tiempo libre a hablar con Dios. Y es que la belleza de esta mujer está en su fondo; en el fondo de su mirada, en el fondo de su pensamiento, en el fondo de su corazón. En el fondo de María Vivar está la llama viva, la que ilumina la noche oscura, la luz de Dios.

No hay comentarios: