viernes, 28 de diciembre de 2007

El árbol de los deseos


Cuando está a punto de terminar el año surgen diversos ritos, personalizados, muchos de ellos, con los que decimos adiós a este ciclo de vida que termina. Pasa lo mismo en otros momentos, unas vacaciones, una excursión, un encuentro muy especial. Cada uno trata de sellar ese periplo tal vez para sentir que ha sido nuestro, que es personal y que, solo de palabra lo podemos comunicar a los demás. Muchas agendas ya te indican, desde el primer día, cuanto tiempo le queda al año para finalizar, como indicándote que aproveches el instante, que disfrutes de la vida que arranques emociones a los que están cerca de ti.
Yo, hace años tenía mis ritos. Cuando pasaba fin de año en Quero me gustaba subir a lo más alto del pueblo y, desde la visión nocturna de La Mancha formular mis deseos. Y si no estoy en mi pueblo, donde esté, trato de hacer mis gestos; subir a las alturas, hacer mis oraciones, lanzar mis deseos y, sentir, con los que quiero, que no estoy solo en este Mundo y, por lo tanto, merecer el esfuerzo de vivir. Y es que, en La Puebla de Montalbán, parece que los deseos son más fáciles de cumplirse.
Ayer estuve en Madrid, quería ver El árbol de los deseos que el Ayuntamiento de Madrid ha instalado en el Parque del Retiro. Coloqué mi deseo muy templano, todavía hacía mucho frío en el madrileño parque. Pero no fui el primero ni el único, tuve que hacer una pequeña cola hasta que unos pequeños duendes me dejaron entrar al interior del árbol para depositar un globo de helio donde había escrito mi deseo. Junto a mi había un chico negro que había escrito, con letra muy pequeña, un testamento superior a la carta de los Magos. Cuando entró conmigo en el interior del tronco y lanzó su globo me fijé la cara de ilusión y de deseo que tenía. No me extrañó que no parase de hablar con los duendes, parecía uno de ellos.
Hoy, ya en mi casa, y junto a mi árbol, sigo formulando deseos.

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