miércoles, 21 de mayo de 2008

Tarde de Tarasca





Me dan miedo. Como un chico pequeño siento pánico ante estos bichos de cartón piedra que representa el mal con esta desagradable expresión. La Tarasca, ese ser mitológico que devastaba todo lo que se le ponía por medio, me sigue imponiendo respeto por mucha muñeca loca que se le coloque encima. Hasta los gigantes y cabezudos me imponen respeto. Comprendo por qué mi tío me llamaba "cagueta", por los muchos miedo que tengo dentro.
En la víspera del Corpus Christi, la Tarasca Toledana con su muñeca loca, que representa a Ana Bolena, recorre las calles históricas con la solemnidad de un fiesta para alegrar a niños y mayores como preludio de la fiesta mayor. Toledo se llena de belleza, las calles engalanadas para la ocasión deslumbran al turista que ajeno a la fiesta religiosa recorre laberinticamente sus pequeñas y estrechas avenidas. Toledo es todo un toldo que protege de ese inmenso sol que deslumbra en ese gran jueves sagrado. Calles ornamentadas, patios adornados. Toledo en su víspera es toda una fiesta.
Esta tarde he estado por Toledo. Desde una acera y bien protegido he saludado a la Tarasca y a sus gigantes y cabezudos, a pesar de mi edad me sigue dando miedo; ni haciéndole fotografías evito su mal hechizo. Toledo estaba precios, con sus nuevos detalles, con la decoración de toda la vida; con esas flores de plástico y sillas viejas que guardan vez. Y, como siempre, a pasar por la calle Alfileritos, a pedir novio para la gente y muchos amigos para mi, que sé que la Virgen me escucha y sabe lo que mi gente necesita.
Para terminar, saliendo de este alboroto festín religioso, no hay nada mejor que a las afueras de la Ciudad, en terreno musulmán, tomar una cervezas frescas. Mientras la Tarasca duerme su anual sueño hasta el año que viene, las calles de Toledo se refrescarán con arena húmeda y ramilletes de tomillo y romero. Porque mañana, Toledo olerá a Dios.

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