sábado, 3 de mayo de 2008

Orgullo Barriero



Sí, todos eramos distintos, todos cantábamos, nos sentíamos amigos y muy humanos en la noche toledana de ayer. Unidos en el himno Barriero que con orgullo cantaba, sentía y trataba de bailar un renacuajo de siete años, como más, hacía suyo en los hombros de su padre. Y con los mismos sentimientos de este niño estábamos todos los que abarrotamos la Plaza de Toros. José Luis Figuereo, El Barrio, a quien solo le gusta los Bocadelia de cangrejo, contagió con su música al pueblo toledano.

Me habían dado dos entradas y no encontraba con quien compartirla. Dos entradas para el concierto de El Barrio el día del orgullo patrio del 2 de Mayo. Confieso que no sabía quien era este grupo ni este personaje. Tan solo había aparecido un cartel de su concierto en el contenedor del vidrio colocado en la parte de atrás del convento. Ni tenía con quién, ni tenía ganas, ni tenía motivos. Y en la madrugada todo cambió. No solo tenía pareja sino que iba en grupo, no solo me decían quién era este cantante sino que me contagiaban de su poesía, no solo compartía mi entrada sino que me la compraban. Pero lo que uno recibe gratis hay que darlo y ofrecerlo gratis.
No sé desde qué impulsos canta cada uno, ni los pensamientos que rigen su vida, pero con las mismas palabras, cada uno de siete que fuimos, en medio de una inmensidad de jóvenes, cantábamos el sentir de este poeta urbano, El Barrio, Porque sin ti, ya no soy nada, en mi ceguera solo manda tu mirada. Porque sin ti ando perdido, deambulo errante en los caminos del olvido. La vida de cada uno es un misterio, y sería más llevadera si la competiéramos, por eso, cada uno canta a su alma y ofrece su sentir al cielo porque en esta noche, con esta música y esta poesía, queremos sentirnos felices.
Confieso mi envidia. Dicen de José Luis Figuereo, que cada concierto es un éxito, que su público es incondicional, que se vuelca, vive, canta y siente con pasión cada una de sus letras. Y así lo constaté en Toledo. Mi público, de canas y color negro, anhela, como yo, sentirnos en alguna ocasión rodeados de los colores y sabores juveniles. Me conforma saber que es un hombre religioso y que pone su oración en el escenario para que todos recen antes de que canten su réquiem. Por lo menos di a Dios, sin rencores y sin pamplinas, ni tus cabellos son de oro, ni tu peine de plata fina.

Distinto, cantando, como amigo y humano volvimos a La Puebla cantando un himno que por bandera lleva el orgullo barriero, aunque en el fondo,lo que me gustaría, es irme Madrid, sin remordimiento, como un deseo infantil.


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