miércoles, 22 de septiembre de 2010

Necesito una sonrisa.

Anoche me acosté cansado y triste. Me ha gustado ver que uno de mis libros favoritos se ha llevado a la pantalla y en el canal Cuatro podemos gozar los martes de la serie realizada sobre la famosa novela Los Pilares de la Tierra. Pero a mucho que te metas en ella, tanto por la descripción del autor como por la buena puesta en escena de los principales personajes, la ambición y el deseo de poder, como un virus troyano, crea en mi un mal cuerpo que apaga todas las ilusiones de esa vigilia. Y no te digo si cambias de canal, como yo hice, y lees adelantado las portadas de los periódicos del día siguiente, osea, de hoy, donde se nos dice que la luz va a subir, que la crisis será más fuerte el año que viene, que se están preparando los piquetes para el próximo día de Huelga General. No veo ni leo una buena noticia que me haga sonreír.

Esta tarde, tras encontrarme con tres pintores en las calles alcarreñas, El Greco en el Palacio del Infantado, el Hermano Alex Jesús en la Biblioteca y el gran Carlos Santiesteban con su perrito, la tarde me pedía buscar la belleza para sentirme feliz, buscar la palabra que me subiera el ánimo, encontrar una sonrisa que me hiciera sentir feliz. Y la he encontrado.

Me he dejado llevar por mi instinto que necesitaba un café para subir la tensión en una tarde tristona, en un día nublado, en unas horas, que desde anoche, vengo buscando una buena noticia que me suba la moral. Tomando el café en La Universal y leyendo El Mundo, que desde anoche me lo sabía, he encontrado una firma y un artículo que me ha hecho desear una sonrisa, crear una sonrisa, tener necesidad de una sonrisa. Pedro G. Cuartango, que parece que últimamente está como un servidor, ha quedado asombrado por la sonrisa de una malabarista. No recuerdo en qué zona la coloca, pero es en Madrid. Pero podríamos encontrarla en cualquier calle de La Puebla, de Quero, de Guadalajara o de Vitoria. Es una sonrisa feliz. Es una sonrisa joven. Es una sonrisa generosa que no se puede comprar y sí agasajar desde la complacencia. Esa chica viajó con Cuartango en el recuerdo. Y esa chica se ha desplazado conmigo en la memoria. Ojala,tú, que lees atentamente esta columna, también te encuentres con esa chica, con esa sonrisa y te sientas feliz. Gracias por sonreír.






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