domingo, 9 de noviembre de 2008

El Cristo de San Damián entre los jóvenes de Castilla



No me busquéis entre los jóvenes de la foto. No estoy. Me largué a tomarme un pincho de tortilla. No es la primera vez que evito este tipo de fotos. Da la sensación de que uno no estuvo allí, pero que le vamos a hacer. Durante la charla tenía encima un concierto de tripas que de alguna forma había que aplacar. Tengo que volver, la chica que me atendió lo hizo tan amablemente que antes, mientras me preparaba el tentempié me sirvió una taza de caldo para evitar el frío; el frío de fuera, que era grande, y el frío de dentro, que también crecía. Pero la foto es chulísima.
Todavía me siguen impresionando las aceras de Alcalá de Henares; son tan pequeñas, estrechas y mínimas, en algunas calles de La Puebla de Montalbán que cada vez que piso Alcalá siento emoción ante tanta amplitud. Pero no fui a Alcalá de Henares a pasear. Y pasar lo hice en un buen rato. Pero la cita era un primer contacto con los jóvenes responsables de la Pastoral juvenil de nuestros centros pastorales para tener una jornada formativa.
Lo bonito. Lo emocionante. Lo que me llenó fue esa breve oración al comienzo en la perfumada parroquia de San Francisco junto a las hermanas clarisas de los tres conventos que hay en Alcalá, los feligreses, columnas fuertes y santas que conozco desde mis comienzos, y los jóvenes. Entronizamos un Cristo de San Damián, replica exacta del que le pidió a Francisco que reparara su Iglesia y que, en esta ocasión, como si de un pequeño forum de jóvenes se tratara, sigue llamando a jóvenes franciscanos con la misma misión.
Cuantos recuerdos. Cuantas personas. Cuantas historias. En fin, un día muy bonito para mi.

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