jueves, 13 de noviembre de 2008

Alcalá de Henares III

Hoy, 13 de noviembre es San Diego de Alcalá. Sin quererlo ni pretenderlo, la mente regresa, en esta semana, un día más a Alcalá de Henares. Hoy pienso en esa recta maravillosa que une la calle Reyes Católicos con la calle Mayor, haciendo parada obligatoria en la magnífica Magistral y, sin detenernos en el “monigote” de la Plaza Cervantes, llegar al convento de San Diego de Alcalá.
En nuestro recorrido partimos de la parroquia de San Francisco que, por la amplitud de la calle, la magnitud de su acera, y la modernez de su planta, podrían hacer que el edificio pasara desapercibido en nuestra andanza. El título de “parroquia” en su pared y una bonita escultura del santo seráfico con el hermano lobo dan su identidad. Nos encontraremos con todo tipo de razas; hombres y mujeres que han buscado en Alcalá una posibilidad en sus vidas para ser libres y felices.
Llegando a la Iglesia Catedral, donde se encuentra el cuerpo de San Diego en una capilla lateral, el ambiente se rejuvenece gracias a la facultad de economía. Se notan los grandes cambios y mejoras que se han realizado en el recinto sacro; se respira silencio, armonía y paz. Junto al humilde fraile franciscano rezaremos, siempre preguntándome por qué está su cuerpo con los curas y no con los frailes.
La calle Mayor, llena de turistas, es una avenida preciosa, antigua, medieval, renacentista; sus arcos y soportales invitan a una tertulia literaria o a un paseo por los libros y la historia.
Llegamos al convento de San Diego de Alcalá regido por Hermanas Clarisas. Lo primero, comprar sus deliciosas almendras garrapiñadas. Lo segundo, hablar con cualquiera de sus monjas que nos llenarán el espíritu de paz, amor a Dios y agradecidos a la vida. Lo tercero, si se dejan, escucharlas cantar.
Si me olvido, dice la canción salmista de Jerusalén, yo digo de Alcalá de Henares, no sería agradecido.
Feliz día de San Diego.

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