miércoles, 12 de noviembre de 2008

Alcalá de Henares II

Como ese Enamorado anónimo, del musical de la copla en el teatro Rialto de Madrid, o como ese abstracto artista barcelonés de Vicky Cristina Barcelona, yo en Alcalá tengo tres amores. Sí tres amores en un mismo puerto. Una gozosa locura.
Trato de evitarlas, me meto por calles ajenas a sus puertas, aunque el aroma de su música está orgullosamente muy adentro en mí ser. Son tres; la Juani, la Clara y la Diega. Parece multitud pero me parecen pocas.
La Juani es joven, delgada, estirada y muy lista la condená.
La Clara es sencilla, muy buena, tan humilde que se hacía siempre lo que yo quería.
Y la Diega no se queda atrás, trabajadora, vive ajena a sus competidoras porque sabe que ella es
la más dulce de todas y por eso tiene la fama.
A las tres las quiero mucho, son parte de mí. Ellas estuvieron en aquel momento importante de mi vida cuando el hombre del arroz en la ciudad complutense me selló con el aceite y me hizo caballero de una dama mayor, de alta nobleza, y me hizo perla de tan buen botín.
El sábado, después de quince años, en el mismo sitio me junté con las tres: la Juani, la Clara y la Diega. Tardaron en reconocerme, lo años me han hecho el doble, pero mi nombre las volvió a seducir: palabras, besos, caricias y promesas de volvernos a ver. Para ellas no soy un enamorado anónimo y mi nombre manchego es Goyo, el de Quero.
Dicen que quien tiene un tío en Alcalá ni tiene tío ni tiene ná. Yo tengo dos tíos, seis primos y tres amores que no puedo olvidar: la Juani, la Clara y la Diega. Tres amores que bien se merecen una copla de amistad.

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