domingo, 26 de octubre de 2008

Jesús Galeote; un fraile, un médico, un misionero.








En estos días en los que el ambiente otoñal hacía memoria de las misiones, especialmente en el domingo dedicado al DOMUND, muchos de vosotros me habéis hablado de esos frailes que conocéis, que pasaron por La Puebla de Montalbán como estudiantes o como profesores y de las muchas anécdotas que tenéis guardadas con ellos. ¿Qué tendrá La Puebla que entre sus muros del convento se reflexiona sobre la misión?


Unos me habláis de Enrique Báscones, otros del Padre Jesús otros de Luis Rodríguez y, otra, como María Vivar, que recuerda como Jesús Galeote, siendo un niño, un buen estudiante, un magnífico estudiante, pasaba a la cocina en busca de la Eusebia y le decía que tenía mucha hambre.

Conocí a Jesús Galeote en Ávila, el 12 de septiembre de 1982, día en el que ingresé en la Casa de Acogida que los franciscanos tenemos en la Plaza de San Antonio. Él fue el encargado de recogerme. Miro hacia atrás y me parece recordar una película de postguerra. Mis padres no me podían acompañar el día señalado. Había salido de Quero unos días antes, quedándome en Leganés con el fin de que mis tías me acompañarían a la antigua estación de Atocha que enlazaba con el norte de España el día del ingreso. Con dos maletas, cajas y bolsas, cargado como un burro, llegué a Ávila con una fuerza que no era mía. Yo esperaba que llegara un fraile mayor, calvo, gordo, con hábito de mangas remangadas a recogerme. Por más que miraba en la sala de espera allí no había nadie con esas pintas. Llegó un hombre joven, atractivo, con ropa de safari, con una enorme sonrisa, como salido de una telenovela, que me preguntó si yo era Goyo.

Desde aquel día, Galeote, ha sido un modelo para mí: modelo de fraile, modelo de estudiante, modelo de cómo ver el mundo. Mientras yo y mis compañeros nos presentábamos con el boletín del Bachiller o de FP con suspensos, él, que estudiaba Medicina en la Facultad de Salamanca, era el número uno de su promoción por las notas que sacaba. Cuando nos escapábamos del convento, que nos escapábamos con frecuencia, teníamos que tener cuidado porque él siempre estaba estudiando. Es verdad que las homilías que pronunciaba no las entendíamos; cargadas de doctrina social, nuestra mente adolescente no llegaba a tanto. Pero Chuchi Galeote era mucho en Ávila, por lo menos me lo parecía a mí.

Terminada la carrera de Medicina pidió a los superiores ser enviado a tierras misioneras. Ha estado mucho tiempo en los campos de Bolivia ejerciendo como médico, como fraile y como investigador del lenguaje autóctono. Hoy está por Tailandia, seguro que haciendo de sus cosas, de lo que sabe y tanto quiere, amar al ser humano sin distinción de raza, sexo o religión; hoy por ti, mañana por vosotros, pasado por ellos. Jesús Galeote es un hombre feliz. Fray Jesús Galeote es un fraile feliz. Don Jesús Galeote es un médico feliz. A quien mucho se le dio mucho se le exigirá. Pero él lo ha entregado todo por los más pobres.


1 comentario:

Unknown dijo...

¡que alegria nos provocastes Gregorio, con tu reflexión relacionada con el padre Jesús!
Tuvimos la suerte de conocerle en Futrono, provincia de Valdivia Chile, el año 1987, cuando viniera a Santiago a operarse de una discopatía. En aquella época, su hermano el Padre Vicente Galeote Tormo era párroco de la parroquia San Conrado de Futrono y acá estuvo en su proceso de recuperación, sólo unos meses, pero dejó tan hermosos recuerdos que no le olvidamos.
La última vez que supimos de él, estaba en Santa Cruz- Bolivia. De allí perdimos todo contacto. Te agredeceríamos si pudieras enviarnos algún e-mail o dirección donde poder escribirle. Mi correo es arbrave@gmail.com
Soy diácono permanente y mi nombre es Armando Bravo Vera.