viernes, 28 de marzo de 2008

Encuentros

Es casi de noche, casi las ocho de la tarde y me quiero despedir de mis hermanos que están paseando por el camino de la estación; se ve que después de jugar a la petanca han decidido andar un rato. Antes, en la retina tengo el beso de mis padres, la despedida, la morriña de su despedida. El paso de la vida va pesando y pasando, si a todos nos pasa factura da la impresión de que a ellos más. Después de besar a toda la familia, incluso al pequeño Antonio, la imagen oscura de mi pueblo solo queda reflejada en el retrovisor. Y la imagen del adiós me gusta. Me gusta mi pueblo, pero más cuando me despido de él. No sé, parece que en mi pueblo no soy el mismo, ni mi nombre suena igual, ni veo igual a las personas. En mi pueblo me falta el aire, la libertad y si bien el corazón late diría que lo tengo empotrado en una caja pequeña. No soy de los que renuncia de su tierra, pero sí de los que expresan cómo se sienten que sin ser terrateniente hoy solo pediría sepultura en el árbol de la vida, junto a la Laguna, cerca del Cerro San Cristóbal y del recorrido del Tren. Pero que donde pille se cave.
Con la banda sonora de una caótica película me voy despidiendo de mi pueblo para dar suerte a la aventura, a los amigos, al trabajo, a Dios. Si bien la Pascua ha sido este año un verdadero encuentro con mi madre, con mi padre, con mis hermanos, con mi sobrino, la alegría y la ilusión por vivir la siento en otros valles. Como decía aquel humilde fraile a ver las cosas que tenía en mi habitación: "Tienes de sobra para ser feliz". Aunque en el fondo siento que me falta, que estoy solo, que no tengo nada, que no me entiendo. Tal vez salí antes de cascarón y me faltan unas horas de calor. Tal vez necesitaba un hermano, un amigo, un primo mayor que me fuera abriendo caminos en la vida. Tal vez me equivoqué al elegir en la encrucijada. No sabéis lo que analizo, discierno y pienso mi vida; algunas veces, en mis andares por el Colesterol, creo volverme loco.
Pero no. He vuelto a la vida. He vuelto a resucitar. He vuelto a mi cuerpo. Como la pascua litúrgica la personal también se celebra, incluso con más fuerza, pues es la que saca desde el fondo interior lo mejor de uno mismo para darlo a los demás. Es entonces, y solo entonces, cuando uno siente que lo que tiene es motivo de felicidad. En la foto, curiosa foto, podéis ver a mi padre que, si bien discuto mucho con él lo quiero mucho. Un motivo y una raíz de felicidad.

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