viernes, 14 de marzo de 2008

¿Dónde está la Chica? II

¿Dónde está la Chica? 2ª parte.


Enseguida llegó la calma a la familia y el silencio de la tarde calurosa trajo una buena siesta para todos. La madre, tras limpiar el comedor, quedó vencida en una silla viendo la tele, con la cabeza sujetada por un brazo mientras veía la tele. La casa recobraba por unos instantes la tranquilidad robada por los chiquillos. Como no era verano no se oía las chicharras que había en los campos cercanos, pero sí se escuchaban perfectamente los toques de campana que el reloj del Ayuntamiento repicaba dos veces con un retardo de dos minutos. El padre de las criaturas, el Señor Juan, debajo de algunos arbustos estaría refugiando la cabeza, pues aunque no era tiempos de siesta, la tarde tan calurosa no recomendaba trabajar nada más comer. El calor de las primeras horas de la tarde bien merecía un descanso mientras se hace la digestión.

Todos dormían a pierna suelta: el padre en el campo y los chicos en la banca, como si el sueño fuese solo para hombres. Pero el silencio en la casa de la familia Encinas duró poco. La madre, dando un grito fuerte, despertó a los chiquillos que alterados rompieron la siesta de forma brusca, poniendo cara de no saber dónde estaban ni lo que estaba ocurriendo.

¿Dónde está la Chica? - Gritó la madre una y otra vez.


El mayor, Vicente, tratando de ubicar su mente en el cuerpo tras el susto, trató de justificar que Isabel no estaba en la banca porque la banca era solo para los hombres. Y se justificaba porque había visto cómo su padre, cuando venía de trabajar, era su sitio preferido para dormir un rato antes de irse a la cama. Pero no sabía dónde podría estar la Golondrina. Estará en su cama, diría.

Ninguno de los cuatro supo decir dónde estaba Isabel. La madre, antes de despertarlos había comprobado que ni en la cama ni en ningún sitio estaba la Chica y comprobando que la puerta de la calle estaba abierta empezó a pensar que, tras la pelea con sus hermanos y, movida por la curiosidad infantil, la Golondrina hubiera abandonado el nido perdida por la calles del pueblo. Así que la madre, recordando por dónde había caminado en los últimos días con la chica dos años de la mano, decidió mandar a los chicos de dos en dos; uno a la tienda de Justo, otro a donde las gaseosas, el otro a casa del Abuelito y el que quedaba a las eras donde empezaba a ir a jugar con sus hermanos. Deprisa y corriendo la casa se quedó vacía. La madre empezó a preguntar a las vecinas si por casualidad se había metido en sus casas, pero no.

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