miércoles, 9 de abril de 2008

Romeo y Julieta

Hace ya muchos años que leí la obra de William Shakespeare Romero y Julieta. De una forma poco ética el libro llegó a mis manos y la historia me cautivó. Por entonces, apenas comenzaban los ochenta, yo era un adolescente que buscaba identidad y claridad en muchos aspectos de mi vida, cualquier referencia afectiva era buena, aunque el el final fuese morir por amor. Tenía unos amigos que eran novios y sus padres, de diferentes clases sociales, no veían bien su noviazgo, por lo que los nombres de los personajes tenían un rostro concreto. ¡ Qué tiempos! Después de veinte años que diferentes que somos. Después de veinte años que diferentes que son mi Romero y mi Julieta. Apenas terminé el libro, como si fuera una nube de verano, aquel amor desapareció y nunca más supe de él. Tal vez porque me marché al seminario. Tal vez porque nunca más se volvieron a ver.
Cuando hace unos días fui a Madrid a ver el Ballet Ruso que representaba esta obra, tengo que reconocer que tanta pasión por el mundo de La Celestina me confundía el argumento. Apenas me acordaba del libro, apenas recordaba las imágenes de la película de Zeffirelli, aunque lo que no se me quitaba de la mente era la banda sonora de esta versión cinematográfica acompañada de muchos rostros de quintos de aquella época. Mientras danzaban, saltaban, bailaban los integrantes del ballet, la mente se me iba a aquella difícil época, a mis hermanos pequeños explicándoles los secretos de la vida, a mis profesores y las guarradas que les hacíamos, a mis impresentables compañeros de clase. Durante el espectáculo, y dada mi condición presente, dejé a un lado a los protagonistas y me fijé más en el personaje del Fraile que ayuda a los jóvenes a unir su amor. Mi vida...¿cómo ha cambiado?
Tengo que reconocer que el espectáculo me gustó mucho, pocas veces el arte representa tan bien como el ballet los sentimientos que las palabras no llegan a decir; el odio, el amor, la fuerza, el veneno, el perdón. Como Verona, cualquier pueblo es buen escenario para contemplar esta historia y sentir el peso de sus valores humanos en la proyectada mirada de futuro, identificándonos y comprendiendo que el amor es muy fuerte, muy apasionado, muy emblemático. Y es que el amor es una necesidad del hombre. Feliz el hombre que tiene un amor, tiene un tesoro.

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