viernes, 9 de noviembre de 2007

Iº Congreso Europeo de Educadores Franciscanos

El mismo día 2 de noviembre, por la tarde, tuvo la ponencia El Educador Cristiano Don Javier Cortés Soriano, Director General de la Editorial SM. Presentado por Fray Francisco Arias Marcelo, Director del Colegio Franciscano de Cáceres. El ponente comenzó haciéndose una pregunta: ¿Qué perfil tiene el Educador Cristiano? Llamados a la confianza, podríamos decir que Educar es como un pozo en el cual se ha ido echando cosas que en determinados momentos de la vida podemos sacarlas. Educar es como un libro que se nos entrega y tenemos que ir descifrándolo. Nuestros alumnos, cuando tengan treinta años, cuarenta años, podrán recurrir a ese pozo porque tendrán algo que sacar. El Educador cristiano tendrá una vocación que alimentar, un proyecto que profundizar, una calidad en sus relaciones, y algo que no debe de faltar, el acompañamiento de un maestro. ¿Qué es Educar? Educar es una intervención intencional del adulto en el seno de su interacción con el educando, con una voluntad explícita de transmisión de aquello que el adulto vive y profesa como verdadero, como bueno y como bello, con la finalidad de desencadenar en ese educando lo mejor de su desarrollo personal. Y destacó la palabra "desencadenar", eso es, liberar, ir, salir, realizar su desarrollo personal. Tenemos que vivir, desde el amor de Dios, nuestra tarea educativa. En el fondo no es otra cosa que lo que nos dice el evangelista Lucas en el capítulo siete; Hemos hecho lo que teníamos que hacer. El Educador ha de ser consciente de su autoconocimiento, debe de estar bien, cultivando la autoestima, sabiendo afrontar el mundo complejo y diverso que hay fuera de nuestros centros, practicando la perseverancia de la creatividad, trabajando la empatía, motivar, saber motivar, trabajar en proyectos comunes, siendo un gran conocedor de la materia, sabiendo enseñar a dar sentido a las cosas y, sobre todo, siendo testigo del ser, del hacer y del decir. Dejad que los niños se acerquen a Jesús y no se lo impidáis. Terminó con un bello poema de Dulce María "De amor mucho".

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