miércoles, 21 de noviembre de 2007

Entre copas





El pasado jueves, 15 de noviembre, como viene siendo costumbre, se celebró la tradicional Cata de vinos. El Asador y los Salones "El Nogal" invitaron a sus clientes y amigos a saborear estos ricos manjares. Es como una pequeña fiesta pedagógica, donde hay que dejarse aconsejar, si uno no es muy entendido, para catar con el paladar y no hacer sufrir a la cabeza. Los caldos, lujosamente mostrados y elegantemente presentados, van formando un recorrido que difícilmente uno llega hasta el final. Ahí estaba el Chato, Ángel, dispuesto, como buen anfitrión, a descorchar una botella de brut para que no me quedara con las ganas. No podía faltar Rosamari, el nervio cultural de La Puebla, que con su mandil verde deslumbraba a todos. Paula tenía un mandil distinto, de color morado, pero también brillaba su cara de felicidad, y no era por el vino, sino por eso que ella sabe que hace que hasta los pequeños detalles insignificantes de la vida tomen color, vida e importancia. Qué bonito es vivir. Y qué bonito es vivir con amigos con los que tomar una copa de buen vino mientras compartimos las penas del día. Faltó gente. Para mí faltó gente. Faltó José Luis y su hermano. Faltó la familia Delgado. Faltó mi amiga Asu. También el vino tiene nostalgia y hace recordar a la buena gente. La Cata de vinos de El Nogal es como el preludio navideño. Las copas llenas del zumo de la uva, de una cosecha u otra, hacen que las personas se acerquen, hablen, se comuniquen y se venzan rencillas. Se brinda por la amistad, por el nacimiento de un hijo, por los buenos resultados en el trabajo, por el aniversario o por la persona querida. Se brinda por la salud, por el amor o por los negocios. Se brinda por el más allá, para que el año que viene, si el tiempo lo dispone, podamos volvernos a ver con una copa de vino en la mano cantando a la esperanza.

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