martes, 18 de septiembre de 2007

Una Flor del Desierto.

Estoy de acuerdo con Nativel Preciado cuando en uno de sus últimos artículos periodísticos que he leído dice que hemos perdido la alegría de volver a nuestras cosas después de los días de vacaciones y que se ha apoderado de nosotros esa depresión, tristeza y nostalgia de los días pasados, conocidos por el síndrome postvacacional. Si pensásemos que somos unos privilegiados, que a nivel mundial son muy pocas las personas que disponen de unos días de descanso seguro que nuestro regreso sería con otro talante. Volver de vacaciones supone volver a encontrarse con los amigos, con nuestras cosas, con nuestra música, con el cine y las tertulias. Por eso es tan agradable no solo ir de vacaciones sino escucharlas. Me gusta cómo mis amigos me hacen partícipes de sus escapadas: cuando escuchan una música discotequera se acuerdan de mi; cuando ven un joven tomando café con un libro se acuerdan de mí; cuando ven un niqui a rayas se acuerdan de mí. Es tan agradable que se acuerden de uno.
Mi amigo José ha hecho un crucero por el Mediterraneo. Desde los pequeños riscos del Levante español no le pude ver, pero el Mediterraneo nos unía. Hace unos días, contándome su viaje, que lo hace de maravilla, me dijo que había tenido la sensación de que Túnez le había visto a él, pero que él no había visto Túnez. Todos sabemos que en un crucero se ve todo muy rápidamente; ves muchas cosas, visitas muchos países, con esa sensación de que te falta lo principal por saborear. Esta noche me ha dado un regalo. Me ha regalado una Rosa del Desierto de Túnez. Me ha gustado mucho porque a pesar de la rapidez de su visita al país tunecino haya tenido ese detalle de arrancar del desierto una rosa para mí. Dicen que las Rosas del Desierto aumentan el poder creativo de las personas, eliminando los miedos, temores, angustias y ansiedades. Y si bien estas rosas están llenas de leyendas dicen que generan sentimientos puros de amor, pues son bellas, tienen poderes y están llenas de misterios. Es una piedra muy hermosa, de tacto suave, cálida y rasposa. Es un regalo muy bonito, aunque su amistad lo es más. Ya el año pasado me regaló una rosa roja muy pequeña de su jardín. No se acuerda, pero yo sí. ¡¡Qué tendrán las rosas!! Tal vez porque alejan la negatividad de las personas y muestran, al que la da, el valor más generoso y tierno de su ser. La Rosa del Desierto es algo más que un regalo, que una piedra de adorno, que un pisapapeles de despacho. La Rosa del Desierto es el encuentro amistoso en la distancia de un verano.

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