jueves, 6 de septiembre de 2007

Santa Teresa de Calcuta.

Con emoción y mucho cariño celebramos ayer el décimo aniversario de la muerte de esta pequeña, pero muy grande mujer. Decía un amigo mío que cómo era posible que dedicase hace unos meses tantas líneas en un artículo a Diana de Gales y solo unas palabras a la Madre Teresa, cuando debía de ser al revés. Y razón no le faltaban. Es más tenía razón. Pero en aquella ocasión los hijos de Diana habían preparado un Concierto Homenaje a su madre y me pareció una buena ocasión de escribir algo sobre la Princesa del pueblo. Y me alegro, pues si lo hubiera hecho ahora tendría que haber comentado el protocolo litúrgico y no estoy para esos entresijos. Si la Camila no quiere ir a la misa que no vaya.
La que ha ido a misa todos los días de su vida ha sido esta mujer santa en vida y santa en muerte. Decía que la fuerza para estar con los pobres se la daba la Eucaristía que celebraba por la mañana temprano para estar unida todo el santo día a Jesucristo. Me río con los comentarios de los periodistas que bajo una gran ignorancia ven los escritos publicados de la Madre como una pérdida de fe. Todos tenemos nuestras crisis, dudas y depresiones. También los santos. Los españoles deberíamos saber por los bellos escritos de los santos de Avila, Teresa y Juan, que la noche oscura también se apodera de las almas más inocentes que buscan a Dios. San Francisco, al final de sus días, pasó una gran crisis, una profunda noche oscura, y gritaba en el interior de su oración que Dios le hablara. No me extraña que esta pequeña mujer que a arrebatado en fama y en éxito a los mejores ídolos del mundo, ganándose los corazones de todos los hombres, de todas las mujeres, de todos los niños, no tuviera sus miedos al ver la obra que estaba realizando. Dejar a las Hermanas de Loreto para seguir buscando la voluntad de Dios entre los más pobres no es prestigio de santos sino de verdaderos seguidores del Evangelio. Mis alumnos, cuando la ven en los libros de Religión, comentan que es una mujer muy guapa, muy buena, muy santa. La fe y las obras nos salvan. Y esta mujer tiene mucha fe y tiene muchas obras. Es una suerte haberla conocido en vida. Es una suerte leerla tras su muerte. Ya lo dice Jesús como buena noticia: si el grano de trigo no muere no da fruto. Hay tanto que aprender de esta mujer que el silencio es el mejor encuentro con ella. Santa Madre Teresa de Calcuta, ruega por nosotros.

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