lunes, 3 de septiembre de 2007

De sorpresa en sorpresa.

Ayer, para vencer el síndrome postvacacional, me llamó un amigo para andar por Toledo. La vida ordinaria nos devolverá el Paseo del Colesterol a todas las horas que uno quiera, pero recorrer las calles de Toledo, además de hacer un buen ejercicio se aprecia arte. Además, siempre terminamos secando el sudor con unas jarritas de cerveza que hacen el esfuerzo de la marcha en algo tentador. Mientras caminamos por la calle de la Plata nos encontramos con la primera sorpresa de la tarde. Mi amigo, triste por la pérdida de esos días de crucero por el Mediterraneo, por el fin de sus vacaciones en Las Canarias, no hacía más que predecir el futuro; "Con la pérdida de las vacaciones, ahora solo toca la vuelta al Cole y preparar la Navidad". Vaya sorpresa nos dimos cuando nos chocamos en el camino con un paso de Semana Santa. No sé de quién sería, parecía que tendría manto. Varios costaleros a las órdenes del jefe de cuadrilla ensayaban por las calles de Toledo el paso de una imagen, d eun santo y de un día concreto. Pero la música que llevaban encima de las andas era más propia de Semana Santa que de los Cuarenta Principales. Pero la tarde nos mostró más sorpresas.
Ya en las cañas, en esos bares que te dan de merendar por una cerveza, vimos interrumpida nuestra conversación cuando un Señor con bigote dio un grito desde la mesa que teníamos detrás. "Por la p--a S no acabo el crucigrama". Todos miramos hacia el grito. Como estábamos a lo nuestro, cada uno a lo suyo, no caímos en la cuenta de que un Señor bien puesto rellenaba el crucigrama con diccionario en mano, de esos grandes, de los que tienen miles y miles de palabras y parecen la Espasa resumida. Creo que eso fue motivo de unirnos todos los que estábamos en las mesas de la terraza en una tierna risa. Y sin la ---a S se marchó.
La tercera sorpresa me la encontré en casa. Fue muy agradable volver a ver a un compañero y más, desde el nuevo carisma que tiene, que haga historia en nuestro pobre y sencillo convento. Fr. Jesús Sanz, el obispo de Huesca y Jaca, hizo parada en La Puebla de Montalbán para descansar, cenar y dormir. Espero que los cronistas del pueblo recogan el acontecimiento. No sé cuando sería la última vez que pisó esta casa un obispo. Si lo hizo yo no estaba. Monseñor Sanz, Jesús, venía de la consagración del nuevo obispo de Coria Cáceres. Durante la cena recordó sus veinticinco años de vida religiosa y de cómo podría celebrar con Fr. Juan las bodas de plata. Claro está, nos reímos mucho pues el actual Provincial a los homenajeados les regala un libro y les da un abrazo. Qué lejos están aquellos frailes que celebraban sus bodas, cumpleaños y bautizos con un viaje juntos, en fraternidad.
Y así pasé la tarde; andando por Toledo, tomando tercios con un amigo mientras otros hacían crucigramas o les preocupaba el registro jurídico. La noche trajo sin reverencias ni protocolos la visita de un amigo que mitra pasó y se quedó. ¿Quién decía que ya la vida no daba sorpresas?

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