lunes, 30 de agosto de 2010

El Espíritu del Señor está sobre mí.

El Señor esté con vosotros.
Y con tu espíritu.
El Señor esté con vosotros.
Y con tu espíritu.
El Señor esté con vosotros.
Y con tu espíritu.


Ayer por la tarde mis feligreses se sorprendieron cuando nada más comenzar la misa les felicité por la respuesta dada. Al decirles El Señor esté con vosotros, unánimes y a la vez se escuchó un coro que decía Y con tu espíritu. La verdad, me emocioné.

El día anterior estuve en un pueblo manchego de aspecto medieval celebrando una boda. La boda estaba muy bien preparada. Yo diría que de más, viendo todo lo que llevaban los novios guardado en sus bolsillos y con lo que querían sorprender a los invitados. Pero a la hora de comenzar la ceremonia me quedé solo. No sé si alguien respondería con tu espíritu cuando dije aquello de que el Señor esté con vosotros, pero yo creo que allí nadie abría la boca. Es una pena que no sepamos estar, aunque sea protocolariamente, en los lugares. He oficiado pocos enlaces matrimoniales en los que se podía sentir, como este sábado, el peso de la juventud, de la cultura y de la educación. Los novios son maestros. Pero por eso, porque los jóvenes hace tiempo que pasaron de curas, de iglesia y de religión, no saben cómo estar. Y ahí estaba yo, delante de una iglesia repleta de jóvenes, como meramente espectadores. Menos mal que cuando la novia arrancó a decir unas palabras de agradecimiento supo arrancar un fuerte aplauso a esa juventud dormida.
Por eso. Cuando el domingo comencé con mis alcarreños la celebración dominical de la Eucaristía y escucho fuertemente Y con tu espíritu, tuve que hacer una parada emocionado y agradecer la respuesta.

Además. Añadería para los que somos cristianos de toda la vida y no tenemos complejos de compartir la vida con todo el mundo, buscando la amistad desde la tolerancia, que de vez en cuando nos dijéramos esa frase de Isaías aplicada a nosotros mismos, El Espíritu del Señor está sobre mi, como terapia. Estoy seguro que sentiríamos la fuerza del Señor en nuestras vidas y el lenguaje litúrgico de nuestras celebraciones implicaría una presencia mayor y nos implicaríamos en la integridad comunitaria.
En la boda, al terminar, se me acercó un joven rubio muy alto que había salido a leer las peticiones. ¿Padre, he leído bien? Imagínate. Seguro que también era maestro, cómo no iba a leer bien. Pero como yo digo en estos casos. No es cuestión de leer bien, de leer mal, o de leer atacadamente por los nervios. Lo importante es participar.
Responder a las palabras del sacerdote es una magnífica forma de participar. Que el Espíritu del Señor esté con Ustedes.

No hay comentarios: