miércoles, 14 de julio de 2010

Versos a Medianoche III.

Solo un poeta, y era mujer, fue capaz de introducir el aroma de los árboles, el cantar de los grillos. Podía haber seguido. La luna mentirosa empezaba a crecer, las estrellas brillaban en el filmamento, aunque los árboles de la Plaza del Carmen no las dejaban ver, el aire estaba calmado, embriagado de tanta palabra amorosa. ¿Por qué hablamos tanto del amor? ¿Porque lo tenemos o porque nos falta? Porque nos falta, lo más seguro, por eso lo expresamos. Entonces, ¿por qué vamos tan estirados por la vida? Mas que versos a Medianoche, eran versos a la cigüeña, que espectante y de colores, presenció todo el bello espectáculo desde su acomodado nido; porque la poesía es bella, porque los sentimientos son bellos, porque son bellas las palabras que se recitan sin escucharse en la noche. Desde la infancia, los amores y la mística, algunos poetas fueron mostrando su poesía. Hay quien, para dejar constancia de su dominio, marcó el soneto como ribálida plantada en la oscuridad. Como digo, todos quieren hablar, todos quieren escucharse, todos agradecen al Ayuntamiento que en el patio de mi casa, que ya no es particular, los colores de la noche se hacen verso para cantar al hombrigo necesitado de ego. Mi única poesía en la noche, mis únicos versos fueron en la madrugá al chiscar los dedos y pedir que por favor me dejaran concebir el sueño.


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