jueves, 1 de julio de 2010

Peras con canela.

¿Como pasa el tiempo? ... Y cómo se nota el beneficio de su pasada. Hace un año, por estas fechas llegaba a Guadalajara con una pequeña mochila. El resto ya estaba en mi nueva habitación. Me acompañaba un cargamento de Lexatin para evitar que mi mente se apoderase de mi voluntad en en el primer árbol me ahorcase. Con ese pensamiento estuve varios meses que no dejaron de rondarme hasta bien dejado el turrón. Guadalajara no tenía la culpa, La Puebla tampoco, y mucho menos su gente. Pero las formas y las palabras con las que tuve que guardar la obediencia no son dignas ni de la más rastrera de las personas. Pero fueron dichas y yo las escuché, y como un centrifugado fuerte, durante un centenar de días me aplastaba la mente y acobardaba el deseo. Que mal que lo pasé, que mal. Gracias a mis padres, a mis hermanos y a mi sobrino, por un lado. Y por otro, gracias a los amigos de verdad, que me acompañaron desde el móvil y desde la distancia. Hoy, la noche oscura empieza a disiparse. Aunque todavía tengo el eco de aquellas palabras, pesan más la calidez de las voces de las personas que me quieren y que me lo han demostrado.

Parece ser que cuando San Juan de la Cruz pudo escapar de su noche oscura, de su apresamiento, al llegar al convento de monjas y mostrar un aspecto deshumano, las religiosas le ofrecieron un delicioso postre para reponerse. Peras con canela.

No lo sabía. Mi amigo Álvaro me lo contó hace unos días y me gustó tanto la historia que creo que es el mejor ofrecimiento que puedo mostrar hacia aquellos que paliaron la oscuridad y frialdad de mis noches alcarreñas. Creo que ha sido una depresión en todas las de la ley. Tal vez tendría que haber ido al Psicólogo, pero mi amigo Carmelo siempre ha estado allí, como se dice. Se lo dije a mi cocinera que si me las podía preparar, para darle gusto a esta expresión tan dulce. Y sí, vaya si es un postre delicioso.

Cuando mi nueva casa deja de ser una cárcel, a pesar de que para llegar a mi celda tengo que abrir seis puertas, desde el balcón puedo ver un cielo optimista, cargado de ilusiones, con poca gente, mejor, pero con ganas de trabajar, de escribir, de hablar. Quisiera ofrecer este plato de peras con canela a mis monjas que desde el olvido, el triunfo y la misericordia, han estado y están a mi lado como monjas, como madres y como hermanas; a esta fraternidad que me ha demostrado que en un convento pequeño y sin actividad se puede ser feliz; al clero de Guadalajara que desde el primer momento valoraron los gestos de acercamiento como comunión eclesial; a la comunidad educativa de Maristas que me han servido como tabla de salvación en los primeros días, en los primeros meses, en los ... el tiempo es eterno cuando uno está mal; a los pobres, sí, a los pobres de las puertas de las iglesias, pues fueron los primeros que me hablaron y me sonrieron, y eso no se olvida; y a Wadi y a su gente, que espero que cada vez sea más. Y a , por leerme, y a este Blog por ser blog, y a Pedro el de la Universal, a Yolanda, a la Perpetua, ... A Dios, ... porque no me ha dejado solo.
A vosotr@s que me habéis ayudado recibid mis peras con canela y mi agradecimiento.



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