miércoles, 21 de julio de 2010

Oviedo

Ayer estuve en Oviedo. Tenía muchas ganas de ir a esa magna ciudad y hacer fotos. Con borrar o limpiar el disco duro se me eliminó todo y de las cosas que mas sentí perder fueron las fotos de Gijón del año pasado. Por eso, cuando mi amigo dijo que tenía que ir a Oviedo el martes vi los cielos abiertos en estas nubladas tierras para ir a recorrer sus señoriales calles y admirar a sus ciudadanos. Me parecen especiales. No sé, veo en ellos elegancia, pulcritud, aristocracia, belleza. Me pasaré, pero los veo como si fueran de otro talante, más noble, me atrevería a decir.

También se vino otro amigo, lo cual hizo que el viaje, además de más entretenido, se hizo más interesante ya que él es asturiano y pude preguntarle muchas cosas sobre esta tierra y su carácter. Pero no empezamos bien. Bajamos en las primeras paradas cercanas a Oviedo, en Parque Principado, donde la extensión de un largo y nuevo centro comercial nos esperaba antes de adentrarnos en Vetusta. Además, debido al tiempo o a mi propio organismo, tuve la urgente necesidad de beber líquido y tomarme un café ya que me mareaba ante el barullo de la gente.


Por fin, y después de unos minutos de mucha risa tonta, llegamos a la Ciudad de la Regenta. Mi amigo tuvo que hacer unos trámites en un comercio, solo fueron unos minutos. El resto de la tarde sentí la libertad de ver la ciudad, sentir su fuerza cultural, escuchar a su gente y verla, verla: observando y mirando cada detalle. Además, su amigo me acompañó, no me sentí solo por Oviedo. Hice fotos. Busqué aquellas esculturas que tanto me llamaron la atención el verano pasado. Lo mejor es que hablamos mucho, no solo para oír las explicaciones que la literatura te ofrece en estas calles, sino para escuchar la vida compartida, también para sentir la realidad que, aunque parezca dura, tiene brotes de esperanza para los que saben mirar más allá de sí mismo.


Estuve en la Catedral. Esta vez buscaba algo más que ver un monumento arquitectónico. Por cierto, pocas fotos hice en su interior, el día estaba nublado y había poca luz en su interior. Esta vez buscaba al Señor Obispo, al Señor Arzobispo. Me dijeron que en el Obispado no lo iba a encontrar ya que vive en la Casa Sacerdotal. Creo que con Monseñor Sanz me unen muchas cosas. Por eso, cuando me dijeron que no estaba y que estaría toda la semana fuera no me extrañó nada, pero sí cuando la recepcionista me dio un trozo de papel, A6, para dejar una nota. No es que uno presuma de escribir, pero ante el papel en blanco pensé qué escribir. Una cosa es dejar una nota escrita a un amigo, otra es dejar constancia de mi mala letra a un infante eclesial. Lo escrito escrito está. " Me gusta mucho esta bella tierra y su buena gente. Creo que serás muy feliz aquí. Gregorio". Me parece que fueron mis palabras. Y luego pensé, ¿sabrá quién es Gregorio?



Pues sí. Tarde en Oviedo, haciendo fotos y hablando mucho. ¡¡Cómo me gusta esta ciudad!!





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