lunes, 3 de mayo de 2010

Querida María Elena.

Querida María Elena.

Ha sido un placer tenerte en tierras alcarreñas y compartir contigo sentimientos, además de Teatro, en este fin de semana. Solo ha sido un día, una tarde, unas horas, pero muy intensas, pues estamos unidos aunque nos distancie el destino.

Me ha gustado que compartieras conmigo ese secreto confesable que animará mis días: Florece donde estés plantado. Pero ambos sabemos lo difícil que es florecer cuando has sido plantado a la fuerza después de un agresivo arranque. Pero sí, hay que florecer. En mi vida soy consciente de lo importante que es florecer; dejarse morir, enterrarse en el eclipse de lo que uno creía, y dejar que sea lo que Dios quiera. Si Dios quiere la vida, la vida estará en mí y brotará vida en mi cuerpo, en mi ser y en mis relaciones y en mi trabajo. Qué difícil es florecer cuando la propia dignidad ha perdido su estima y uno llora por lo que parece ser ahora, por lo que gritan las voces interesadas que oscurecen lo que brilló. Pero sí, quiero florecer en esta nueva tierra, tierra alcarreña, llena de historia, de belleza y encantos, de teatro y festivales medievales, de nuevas amistades y nuevas posibilidades que quisiera aprovechar para crecer como persona.
Siempre he comparado mi vocación con la tuya. Sí, tenemos mucho en común. Jo, no sabes cómo echo de menos tus deliciosos y exóticos tés, tus gatos que me acobardaban, tu voz y nuestras tertulias. Pero sí, tenemos mucho en común. Yo llegué antes y por eso me marché antes. Con esto no quiero decir nada. Siempre te he visto como la Vianne de La Puebla de Montalbán. Sabes a qué me refiero? Seguro que sí. Es el personaje de Juliette Binoche en Chocolat, una de mis películas favoritas. No hay que buscar mucho si te digo quien es Johnny Depp. Igual que Vianne alegra la vida de los ciudadanos de ese pueblecito frances con delicioso chocolate, tú, Maria Elena, has dado un sabroso bombón a los habitantes de La Puebla de Montalbán con apasionarlos al Teatro. Has sabido florecer donde has aparcado el carro de tiritera. Ahora bien, muchas veces te he dicho que para vivir en La Puebla hay que tener unas espaldas bien anchas para cargar la carga de la mediocridad y del murmullo. Por eso Vianne va de pueblo en pueblo buscando un no sé qué. Por eso muy bien te aconsejaron que había que florecer donde estemos plantados.
También quiero desearte ese bello deseo. Quiero que florezcas allí donde estés y que sepas aguantar las estaciones que cada año son distintas. Que tus raíces se hagan fuertes y tus ramas puedan acoger esos seres que vamos a ti en busca de una palabra, de un consejo, de una acción, de un té o simplemente un ratito para hablar de Teatro.
Cuídate, María Elena. Espero que nuestras ramas se vuelvan a cruzar.
Un beso.
Te quiero.

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