jueves, 4 de marzo de 2010

San Francisco y la Cuaresma.


Durante los días 1, 2 y 3 de marzo se me ha pedido que me acerque a unas señaladas parroquias para que dé unas charlas cuaresmales con el fin de conmover los corazones abiertos a la fe a entusiasmarse más con el Evangelio. Si recodáis, el Miércoles de ceniza se nos decía y se nos pedía que convirtiéramos nuestro corazón y, además, creer en el Evangelio. A mí personalmente se me ha pedido que hable sobre San Francisco. Ha sido un placer.
San Francisco es un hombre que a lo largo del año hace muchas cuaresmas, unos tiempos en los que intensifica más la imitación de Jesucristo, como le ocurrió en la Isla de Perusa donde, tras los días de Carnaval quiere vivir la cuaresma aisladamente, con dos panecillos, de los cuales solo comerá medio para no vanagloriarse.
Malamente podríamos decir que la vida de Francisco es una cuaresma, por muchas penitencias y austeridades que encontremos en él. Porque lo único que pretende es imitar a Cristo, pobre y crucificado, el gran Amor que no es amado. Por eso su mortificación no es otra cosa que un gesto profundo de amor, de enamoramiento, hacia Aquel que le ha mostrado la verdadera felicidad.
A Francisco de Asís lo podemos conocer por medio de sus pocos escritos; oraciones, cartas y exhortaciones espirituales.
A Francisco de Asís lo podemos conocer si nos adentramos en sus lugares, si viajamos a Asís, y nos dejamos seducir por los encantos de esta ciudad medieval.
A Francisco de Asís lo podemos conocer si llamamos a las puertas de un convento y decimos que venimos a sentir la fraternidad.
Francisco de Asís, el Otro Cristo, nos muestra el lado más natural y ecológico de la creación, sintiendo a los animales y plantas con la bondad de la hermandad; por eso quiere que sus frailes sean salvaguardianes de la creación. Pero no olvidemos que su gran poesía universal, el Cántico de las Criaturas, lo compuso en sus últimos días de vida cuando sentía que la vida se le iba y que Dios estaba más dentro que nunca de él porque había recibido los estigmas.
Quiero dar las gracias a los que han confiado en mí la responsabilidad de estas Charlas Cuaresmales, a los que me han escuchado, a los que me han mirado, a los que me han atendido. Y, sobre todo, como franciscano, estar a la entera disposición para lo que me necesiten y para lo que pueda colaborar.
Gracias.

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