martes, 11 de agosto de 2009

Benidorm

No podía falta mi cita, un año más, con Benidorm. Muchos que me conocen y saben de mis inquietudes culturales me preguntan por qué gasto los días de mis vacaciones en el tumultuoso Benidorm; por qué no aprovecho esos días para viajar, para hacer alguna que otra peregrinación o abrirme a nuevas experiencias. Es la canción de todos los años, la canción del verano, la canción de Benidorm. Benidorm, te quiero.

Es verdad que estoy abierto a nuevas experiencias y que me gusta viajar, o realizar alguna que otra peregrinación. Pero lo cierto es que en verano, y sobre todo en vacaciones, me gusta estar con la gente que me quiere, con los amigos que quieren estar conmigo, con las personas que me muestran su aprecio. Y mis amigos de Benidorm últimamente están lanzando su invitación muy pronto; no habíamos llegado a la cuaresma y ya tenía mi plaza reservada. Me gustaría ir a otro sitios, viajar, moverme, pero para eso se necesita dinero y de eso no tengo. Tengo que aprovechar la hospitalidad de los amigos y de la familia para disfrutar un poco del verano. Confieso que el apartamento de Santa Pola se ha vuelto a abrir para mí y que el Mediterráneo lo he podido disfrutar desde Marbella y Torrevieja. Pero mientras esté la invitación de Blanca y Antonio la canción del verano será: Benidorm, te quiero.

He perdido la cuenta, no sé si son once o doce los años que llevo refrescándome en las aguas de Benidorm. Por eso me gusta ir, porque lo conozco bastante bien y en vacaciones me gusta descansar sin llevarme grandes sobresaltos. En esta localidad alicantina los únicos sobresaltos te los da Blanca con su desequilibrado sueño y sus luchas internas de sobrevivir. Pero se le perdonan y se aguantan sus nervios, por lo menos en estos días donde no me quiero alterar y menos con ella que es mi anfitriona.

En Benidorm tengo todo lo que quiero y lo que necesito para descansar y para divertirme. Y si quieres más lo encuentras, te lo aseguro. Si quiero multitud, me bajo a bañar a Levante. Si quiero tranquilidad, me baño en las calas. Si quiero estar solo, me voy a los peñascos. Muchas mañanas no sé que hacer; si quedarme en la piscina del apartamento o ir al Mar. Prefiero la playa por la mañana, pero es que el propio edificio produce sombra a la piscina por la tarde. Es el dilema de cada mañana. Este verano he tenido la novedad de andar mucho por la playa de Levante, me lo aconsejó el podólogo, y de leer mucho en la piscina. Me he sumergido en la apasionante lectura de Milleniún, la obra de Stieg Larsson, Los hombres que no amaban a las mujeres, que desde estas líneas recomiendo. El primer día que fui a los peñascos una ola me tiró al Mar y me restregó por las paredes de esas enormes rocas. Todavía tengo una herida que no cierro por estar en un sitio delicado.

He hecho pinitos en la cocina. Los macarrones me salieron bien, igual que el puré de patata. No puedo decir lo mismo cuando intenté cocer unos huevos y no tuve la paciencia suficiente. Blanca y Antonio me han invitado varias veces a comer en el restaurante que hay cerca; se come bien, tres platos, y es económico (10€). El día de Santiago me invitaron a cenar en el Benidorm Palace. Esa noche terminé yo solo brindado con unas chicas argelinas, Blanca tras la cena y dar unos bailes empezó a necesitar la cama y Antonio la acompañó. El magnífico espectáculo del Benidorm Palace, como he dicho, lo terminé yo solo. Bueno, no tan solo, tenía una botella de cava.

Este año me han respetado y no han insistido en que los acompañaba a las charlas culturales del grupo Álamo. Un grupo de élite cultural, jubilados todos, se reúnen entorno al Hotel Álamo para hablar de algunos temas. Tal vez el año pasado debería de haber ido cuando Antonio expuso una charla sobre pedagogía musical. Lo cierto es que acabo el curso tan sumamente saturado de temas culturales que lo que menos me apetecía era meterme en charlas pedantes que solo crean un enriquecimiento del ego. Por cierto, las dos charlas de se dieron en mis días de vacaciones fueron sobre el ego y sobre Libia.

Salva, el chico del café de enfrente, no me ha cobrado ni un solo día. Todo lo contrario, parece que se alegraba de verme. Salva estudió con los frailes y si bien agradece la educación y formación recibida para nada tiene palabras agradables para los religiosos que tuvo de profesores. Bueno, empieza a hablar y sale humo de su boca para Fulanito, para Menganito, para todos. Algún día he entrado a la cafetería y estaban hablando de la Iglesia y, la verdad, me daban ganas de salir corriendo de lo grosera que era la conversación. Y en medio de la tormenta, sin cambiar de tema, Salva me sirve el café y me dice que le hubiera gustado tener por lo menos un profesor tan simpático como yo.

Este año las tardes han tenido en Benidorm un talante diferente y eso me ha gustado. A Lusi y a Marc, dos amigos que viven y trabajan en Benidorm todo el año, casi no les he podido ver. En cambio, con Manolo, un amigo de Vitoria que se pasa casi todo el verano allí, he tenido más tiempo. Por la tarde quedábamos a media playa para andar e irnos a tomar un café a un local nuevo del casco antiguo. Luego regresábamos por la Avenida del Mediterráneo dando un paseo hasta la altura de la Avenida de Europa, donde nos despedíamos para cenar cada uno en su apartamento, y quedábamos para la noche. El cine empezaba a las once. Creo que todos los días he entrado a las salas con la camiseta sudada por el calor y he salido de ellas muerto de frío por el aire acondicionado. Me gustó la tercera parte de la Edad de Hielo y me aburrió la nueva entrega de Harry Potter. Tras el cine un paseo y una horchata. Cuando llegaban los empleados de la limpieza, a eso de las dos, para limpiar y regar el Parque de Elche, emprendíamos nuestro regreso.

Tal vez las mañanas, como estoy solo, se me hacen un poco largas y cuesta arriba, sobre todo este año que es especial para mí. Pero las tardes y las noches son especiales en el Levante. El día 2 de agosto regresé y lo hice con ganas, empezaban las fiestas de mi pueblo y me apetecía mucho estar con mi familia. Menos mal que antes de regresar se inauguró el nuevo Paseo de Poniente y lo pude pasear.

Benidorm, te quiero. Hasta el año que viene, si Blanca quiere.




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