domingo, 28 de septiembre de 2008

Un padre tenía dos hijos ...


El evangelio de este domingo ha sido un recuerdo de muchas de mis acciones; de aquellas en las que he dicho “voy” y se me ha olvidado ir, y de las que he pasado del tema y, al final, me he comido de remordimientos y he acabado haciendo lo que me han pedido. Yo mismo he sido como los dos hijos: coherente e incoherente.
El sábado estuve de boda. ¡Qué raro, no! Me tocó cenar junto a un padre y sus dos hijos. A primera vista me parecían iguales, conforme fueron manifestando su genio. El nervioso, intranquilo, exigente y gritón era el mayor. Mientras el pequeño era más dulce, agradable, silencioso y muy vergonzoso. Tan vergonzoso que cada vez que le dirigía la palabra se ruborizaba, parecía que se quería esconder entre los faldones de la mesa. El mayor era el primero que gritaba que se besaran los novios, con la servilleta removía el peinado de su madre y con una voz ronca me exigía que le llenase el vaso de agua, sin hacer caso omiso a su madre que le indicaba que me lo pidiera por favor. Sin duda alguna el niño de mis ojos iba siendo el pequeño que, seguramente, me estaría odiando por tanta pregunta sin respuesta que le dirigía.
La sorpresa vino al final, cuando los niños gozaban de su cesta infantil, llena de chucherías, el mayor la abrió y a todos los adultos que estábamos junto a él nos repartió sus dulces. Tengo que reconocer que me dejó con la boca abierta no es fácil encontrar un niño con esa capacidad espontánea de compartir, de dar desinteresadamente, de regalar lo que ha recibido como regalo.
Entonces volví a leer en evangelio: Un padre tenía dos hijos…

1 comentario:

AINHOA SEN dijo...

Gracias por hacer comentarios de mis hijos tal y como son .