miércoles, 10 de septiembre de 2008

Comienza el curso



No los he visto, pero ya están aquí. Hasta la tercera hora no he tenido clase con ellos. El jaleo de sus inocentes vidas, los nervios de la novedad y las ganas, el deseo de crecer hacen que estos niños entren como fieras asustando a sus docentes. El convento se ha llenado de novicios. El colegio de alumnos. Las tristes y solitarias aulas vuelven a tener personalidad. La cultura se hace saber. El saber se hace vida. Y la vida se siente, se oye, se ve, se huele, se masca en el ambiente.
Para unos los Buenos días son deseados, para otros aborrecidos, para los más espabilados tienen su picardía, para los más lozanos su simpatía. Novedad, hay profesores nuevos, eso es un aliciente, aunque la mayoría somos los de toda la vida. Es cierto, como se decía en un periódico, que en la era digital los niños tienen que venir al colegio con pesadas mochilas. Cambiamos las ligeras y cómodas maletas viajeras por unos sacos de libros que cargan en sus espaldas estos temporeros e informados niños.
Hoy el café lo tomé pegado a la ventana mirando cómo corren, cómo juegan, cómo hablan estos angelitos niños. Hoy los protagonistas son ellos, mañana Dios dirá.

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