lunes, 15 de septiembre de 2008

Ana Paula



Muchos en La Puebla conocéis al Padre Enrique Báscones, franciscano. Su vocación misionera maduró en nuestro Colegio de La Inmaculada, entre los gritos de los pequeños. Por entonces había muchos más frailes dedicados a la enseñanza, hecho que le hizo poner las miras de su servicio y talento en servir a los más pobres. En diálogo con los superiores, Báscones se lanzó, como si fuera un sueño americano, a trabajar por el Reino entre la gente sencilla y humilde de Bolivia. Desde hace unos años, madurando su inquietud misionera y poniéndose al servio de la Orden Franciscana que iniciaba nuevos proyectos en África, Fray Enrique Báscones está trabajando en la zona de Chimoio en Mozambique. Ayer recibí de él una carta bella,triste y llena de ternura que me gustaría compartir con todos vosotros.
Adiós, Ana Paula.
Acabo de llegar del Cementerio de la ciudad de Chimoio, en Mozambique.Era el encanto de la Comunidad Cristiana de San Benedicto. Había nacido el 23 de Marzo del año 2000. Era una flor preciosa y alegre, del jardín de nuestra Comunidad Cristiana.Se llamaba Ana Paula Abel Artur. Era tan querida por toda la Comunidad. Había sido bautizada el año 2007. Cada domingo llegaba siempre la primera y se colocaba en el primer banco del lado de la derecha, en nuestro Salón-Iglesia. Participaba activamente en el canto y sobre todo acompañaba y vivía la danza con los movimientos rítmicos de su cuerpo. Alguna vez me preguntó: Sr. Padre, ¿cuándo voy a recibir al Señor?
Su alegría era contagiosa. Con su puntualidad, su alegría y participación activa e vivida en las Celebraciones de la Comunidad, había conquistado el corazón y el cariño de todos. En el momento de la paz, ella era la primera que yo saludaba siempre. Pero, el último domingo, - lo supe después - ella debía estar saludando alguien, cuando yo pasaba. El caso que no la cumplimenté. Ella quedó tan sentida, pensando que el Padre no la quería saludar y comenzó a derramar lágrimas como puños. Entonces la mamá, finalizada la Eucaristía, me la trajo a la sacristía para que la saludase y ya quedó feliz.
Ana Paula, este encanto de criatura, el día 12 en la tarde, sintió, de repente, dolores de cabeza, mientras jugaba con las amiguitas… Al día siguiente murió. ¡El Señor cortó esta flor de nuestro jardín y se la llevó a embellecer su jardín celestial!
Muchas, muchas son las veces que acompañamos en las liturgias funerarias de los cristianos, pero no recuerdo una manifestación tan sentida, sincera y expresiva, de lágrimas y dolor, tanto por los miembros de la familia, particularmente de la mamá, como por miembros de la Comunidad Cristiana. En Mozambique, la cultura y la fe se viven a un nivel comunitario muy profundo, real y extendido a los aspectos más importantes de la vida. Y un momento, especialmente fuerte e intenso es la muerte. Como es habitual entre nosotros, estaba acompañando el entierro toda la Comunidad Cristiana de San Benedicto. Uds., deberían haber contemplado la participación, el canto y la danza de las mujeres en torno a la tumba, después de la deposición de flores. No conseguí dominar mi emoción… Vuestra presencia, Hermanos y Amigos, - les dije – es la mejor palabra, en memoria de Ana Paula y de consuelo para la familia.
Normalmente, junto al féretro colocan las ropas y cosas apreciadas por el difunto. Y una vez llena de tierra la sepultura, sobre todo el espacio de tierra, dispuesta en forma cóncava, todos los presentes nos vamos acercando y clavamos encima (deposición) pequeños ramitos de flores, de modo que todo el espacio queda cubierto de flores. “La vida no termina, se transforma”. Luego, riegan la tumba con adelante agua, como para que germinen las flores depositadas. Es la vida que se siembra y florece en la eternidad. Ceremonia que se repite al Séptimo día.
Terminada la ceremonia, todos los presentes se trasladan, nuevamente, a la casa, donde continúan las oraciones y cantos. Y todos los presentes son convidados por la familia doliente. Normalmente, nosotros, no podemos participar en esta etapa, por causa del tiempo.Es mi homenaje cariñoso para mi amiguita, Ana Paula, que, con el de la Comunidad Cristiana, robó también mi corazón.
Que el Señor bendito y misericordioso, un día, tenga a bien, cortarnos como flores, para embellecer su jardín celestial.
Chimoio, a 14 de Septiembre de 2008
Enrique Báscones Lezcano, ofm.Misionero en Mozambique

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