lunes, 29 de septiembre de 2008

Los girasoles ciegos.





"El niño ha muerto y le llamaré Rafael, como mi padre. No he tenido calor suficiente para mantenerle vivo. Aprendió de su madre a morir sin aspavientos y esta mañana no ha querido escuchar mis palabras de aliento"
Rafael, Rafael, Rafael, Rafael, Rafael, Rafael, Rafael, Rafael, Rafael, Rafael, Rafael, Rafael, Rafael, Rafael, Rafael, Rafael, Rafael, Rafael, ...
Mi primer libro lo leí a la edad de trece años; llevo treinta años leyendo. En este periodo de tiempo nunca he leído unas páginas tan tristes como el capítulo segundo de Los girasoles ciegos.

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