jueves, 14 de febrero de 2008

San Valentin


Todos los años se viene repitiendo la misma escena. La puerta de del Colegio parece una floristería de mala muerte, jóvenes empaquetando claveles para las doncellas del claustro, arriesgan sus tipos subiéndose a los tejados, cubos de basura o poster de la luz; cualquier esfuerzo es poco con tal de entregar la flor del deseo a la persona querida. Si por lo menos fuera una rosa, pero ¿un clavel? Me parece de mal gusto o de no tener gusto alguno.
Cada flor tiene un significado, cada color matiza aún más lo que queremos decir, y la forma de entregarlo dice mucho de la persona que obsequia. Pero esta mañana, desde los contenedores de basura que hay en la calle del poeta Anastasio Oliva, unos jóvenes, para cumplir su negocio han arrojado los claveles como si de arroz se tratara; al llegar a su destino, las flores han llegado rotas, tronchadas y por los suelos. No es que no me gusten las flores, todo lo contrario, me parecen un regalo muy bello. Pero el regalo, la amistad y el amor creo que no debe de ser comercial. Si por lo menos aprendieran de este insigne poeta pueblano a decir "te quiero". Y no que me los veo ligando y chateando en dominios corporales.
Conocí a una joven que en su puesto de trabajo recibía una rosa todos los meses en el mismo día como recuerdo de su petición. Era la admiración de todas sus compañeras. Los suspiros se escuchaban. Después de unos meses de convivencia la pareja se separó por malos tratos.
Hoy un alumno al entrar en clase me ha regalado una hoja arrancada de su cuaderno con un corazón rojo, bien marcado, y unas palabras que dicen: PARA Gregorio: eres muy Buen profeso y LLo tequiero muchisimo. Gracias, Chaval, no tiene precio el regalo de sentirse querido.

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