Como aquel profesor que se llevó a sus alumnos a la sala de trofeos y fotos antiguas, hoy me he llevado a los pequeños del Colegio Franciscano de la Inmaculada, los chicos de 3º y 4º de Primaria, al Museo de La Celestina. Esta vez los poetas no estaban muertos, todo lo contrario, muy vivas tenían las manos que tocaban todo lo que por medio aparecía; fotos, radios, rosas, cuadros. Como aquel profesor que hacía hablar a los muertos en la batalla del estudio he tratado de que los niños escuchen las voces de sus antepasados. Pero nada, para voces las suyas. En este Vº Aniversario del Museo de La Celestina sigue llamando la atención el cuadro del Señor Obispo. Los chicos lo miran, se ríen, miran entre ellos, sonrisas cómplices, leen el rótulo tratando de comprender la escena y se vuelven a reír. Claro está, no le pregunto qué es lo que más les ha llamado la atención porque, ya en clase, las miradas siguen siendo los mismos gestos pícaros de antes. Tendremos que volver a escuchar las voces de los muertos para hacer y sentir la historia que nos ha precedido y que ha puesto sangre y apellido a nuestros días.
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