jueves, 28 de octubre de 2010

Sanado.

Creo que es la mejor palabra con la que definir el viaje: sanado. Yo, como el resto de los treinta y nueve peregrinos, también tenía una intención en este viaje; buscaba algo y lo encontré. No sé cómo explicarme, pero creo que fue tras la experiencia del Jordán y el Mar Muerto, después de recorrer la Vía Dolorosa y pasear atónito por el Santo Sepulcro, cuando, como aquel leproso, sentí que estaba curado, que algo había pasado en mí que me hacía más ligero, más feliz, más fuerte.
Algo pasó que no sé cómo contarlo. Buscaba un perdón que, si bien era humano, debía nacer de mí mismo y debía transcender todo mi ser. No sé si fue mi pecado, mi forma de ser, pero ciertas palabras, en su día, quedaron marcadas, como hierro ardiente, en mí. Por más hidratantes que he buscado y encontrado, no ha mermado la cicatriz. Pero algo pasó por la Tierra Santa. No sé si fue su tierra bendecida, su agua purificante, el aire cálido y fresco beligerante, o ese sol que no dejó de iluminarme.
La Tierra Santa me ha curado y yo me he sentido sanado. Ha borrado mi esa cicatriz que me escandalizaba y avergonzaba, y me ha hecho mas fuerte. Como el leproso, vuelto hacia los sacerdotes, amigos y familiares, quiero dar las gracias por esta bendita experiencia de amor. Gracias.

1 comentario:

conchi dijo...

!! Bienvenido !! Se ve que este viaje, te hizo mucho bien, espero tus anécdotas y fotos con impaciencia. Besos.