martes, 22 de diciembre de 2009

Cuento de Navidad.




Hace unos días, Abel, un amigo, técnico de sonido de la emisora COPE Guadalajara, mientras grabábamos el espacio de Recomendaciones para el fin de semana, me habló de unos Cuentos para Navidad. Era un CD que contenía doce relatos de diversas historias con unas bellas moralejas para reflexionar en estos días. No sé cómo estarían grabados. Abel no pudo hacerme una copia y me dejó el CD para escucharlo en casa. Pero reconozco que malamente pude oírlos en mi habitación. El caso es que hubo uno que se escuchó perfectamente.

Era el relato de un estudiante de enfermería que contaba como una profesora en el examen del segundo semestre le había puesto una pregunta un poco extraña. La última pregunta del examen les preguntaba cómo se llamaba la señora de la limpieza. El estudiante dice que no le dio importancia, pero que un compañero preguntó en voz alta a la profesora si la pregunta que hacía referencia a la señora de la limpieza puntuaba nota. A lo que la profesora respondió que sé. Es más, les dijo que ellos, por los estudios que estaban realizando se encontrarían con muchas personas y que todas ellas deberían de ser importantes en sus vidas, aunque solo intercambien un hola, adiós o gracias. El estudiante dice que esa lección no se le olvidó en la vida, como el nombre de Elena, la señora de la limpieza.

En mi caso, la chica de la limpieza se llama Mónica, y muchas mañana coincido con ella en la puerta del Colegio Marista. Cada uno a su trabajo.

Me río. Hace unos años, y no en un examen, pregunté en un trabajo cómo se llamaban las señoras de la limpieza que había en mi colegio. Nunca pensé que acabaría tan mal la historia. Como estaba en un pueblo, y todo el mundo se conoce me, pensé que la ignorancia llamaría a las puertas de la curiosidad y, entre unos y otros, todo el mundo sabría cómo se llamaban las señoras que limpiaban el colegio. En una comunidad docente todos los que trabajan juntos han de ser iguales en dignidad. Hubo de todo, la mayoría respondió bien. Pero también los hubo que respondieron al tuntún y quien no entregó el trabajo.

Me río, porque estos cuentos, estas historias, envueltas en dulces músicas navideñas, nos ablandan el corazón y parece que de sus enseñanzas proponemos ser mejores en estos fríos días. Pero a mí, aquella pregunta me amargó la existencia por una temporada, la semana santa en concreto, porque tuve que suspender.

Hoy, este cuento de navidad me trae el maltrago de aquella semana santa, de aquella evaluación, el trabajo que nunca se entregó por los brazos cruzados de la pasividad, los nervios alterados de quien no debía. Pero también me trae el recuerdo de aquellas mujeres sencillas que limpiaban mi colegio. Ellas, sus vidas, sus historias, como cuento de navidad y moraleja llena de sabiduría, se merecen el respeto y el cariño de todos los que nos hemos beneficiado de su trabajo. Gracias.

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