lunes, 16 de noviembre de 2009

Celestina.


La semana pasada asistí con los alumnos de 3º de la ESO de Maristas a una representación teatral de La Celestina a cargo de la Compañía Mi-Ma-Me en el Teatro Buero Vallejo. Qué decir. La Celestina es algo más que un libro. Es algo más que una representación teatral. La Celestina es mucho, sobre todo para mí.

La Celestina es un pueblo, La Puebla de Montalbán, una villa toledana con prestigio que le cuesta despertar a las luces del siglo XXI, pero que poco a poco va desplegando sus alas culturales e industriales para crecer y crear una esperanza a sus jóvenes.

La Celestina es una gente, lo mejor del pueblo, sencilla, humilde y trabajadora que aprovecha cualquier oportunidad para enriquecerse en todos sus aspectos.

La Celestina es una tierra que sabe a melocotón, y del dulce, que cuesta abrirse y compartir, pero se abre.

La Celestina son muchos amigos, muchos amigos, muchos amigos.

La Celestina es un Museo, pero sobre todo es un Festival donde me he implicado mucho, y ese mucho ahora me sabe a poco.

La Celestina es un sueño, es una ilusión, es una avaricia intelectual.

La Celestina es ese amor dulce en la primavera de la vida, que como el fuego escondido quema en el interior conforme van pasando los años;

es una llaga agradable que no cicatriza y se recuerda cada día,
un veneno dulce y sabroso que se mezcla con la dulce amargura de la vida y sus sobresaltados destinos;

es esa deleitable dolencia que vuelve loco a quien la piensa y alegre tormento a quien la disfruta;

es una dulce y dura herida en la mente y, a la vez, una blanda muerte significativa.

La Celestina es mucho, es algo más que una vida.
La Celestina es un ayer, pero desde hoy es un mañana.
La Celestina es la maestra de la vida que nos enseña a vivir.
La Celestina es ese cuaderno donde se aprende a escribir las experiencias de la vida; donde se borran los acontecimientos y las personas que nos han hecho daño, pero donde se marcan y remarcan, se subrayan y colorean, aquellas que nos hicieron felices, con las que compartimos la dicha de la vida, los gozos y esperanzas de proyectos y lo amores de cada día. Esas son las buenas personas de La Celestina. Qué pena que haya tan pocas.

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