lunes, 1 de diciembre de 2008

SIDA


Puede que haya cambiado mi centro de interés y que ahora me llame la atención otro tipo de cosas, que preste mi curiosidad a otras informaciones. Puede que la edad me haga leer otras noticias, pero tengo la sensación de que al tema del SIDA se le está quitando importancia, que se está haciendo pobres campañas y que no se da la información que se necesita. Hemos aumentado las charlas de sexualidad en los colegios. Lo chavales preguntan cosas que a los de mi generación serian impensables, inimaginables, incomprensibles.
En la película Spinnin, el padre del protagonista que vuelve a tener relaciones después de muchos años de viudez se queda sorprendido de las cosas que se pueden hacer. Pero no es cuestión de lo que se haga, ni de cómo se haga, ni por qué se haga; los calentamientos humanos, ya lo sabemos, son peores que los de la tierra, son de difícil retroceso.
El SIDA es algo más que una prevención, es una enfermedad, es una muerte. Seguro que en nuestra agenda hemos desprendido o hemos puesto una cruz a algún amigo que ha fallecido por esta enfermedad.
Hoy, mientras el cielo se nos ilumina artificialmente, un poema inconcluso se recita, una sinfonía sin acabar suena como un disco rayado, un cuadro se pinta a brochazos, o una escultura se saca del horno porque el fuego queda demasiado, la pintura asfixia, la música estalla la cabeza o las palabras son impronunciables del dolor que llevan dentro tantas personas.
Tiene el bicho, dice un amigo. Pero un bicho que mata.

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