jueves, 17 de enero de 2008

Palabras mágicas, divinas palabras




Hace unos días me emocionaba viendo la película La Niñera Mágica. Una familia numerosa que sufre la pérdida de la madre y la bondad del padre no puede exigir los mínimos educativos para sus hijos. De esta forma los niños se adueñan de la casa y convierten el hogar en un parque de atracciones hasta que llega, de forma misteriosa, una niñera. Todos se quedan con la boca abierta viendo el aspecto repelente que tiene la niñera y las exigencias que pide al padre que acepta pues ya son muchas las que han huido de la casa maldiciendo las salvajadas de los niños. La nueva niñera no se anda con miramientos y empieza a exigir respeto y amabilidad, a pedir las cosas por favor y a ser agradecidos. Poco a poco se va ganando la confianza del padre y el corazón de los niños. Al final, como había indicado en su contrato, cuando se le quiere y ya no se le necesita, partiría hacia otro hogar, otra familia que la necesite.


El tema de la Educación no solo me interesa por ser profesor, de siempre me ha parecido una clave importante en el seno de la familia. Mis padres, unos humildes trabajadores del campo, han sabido inculcar en sus cinco hijos unos principios saludables de educación que nos han servido para poder estar y relacionarnos con muchas personas. Muchas veces hemos comentado entre mis hermanos el tesoro que tenemos por la educación recibida y lo difícil que nos va a resultar a nosotros poder educar a los que continúen con nuestra sangre y apellido. Vamos a necesitar una Niñera que sepa motivar a nuestros hijos en los principios del respeto y el agradecimiento.


Cuando el otro día veía el musical La Bella y la Bestia, el diálogo entre los criados de la Bestia me hacía pensar mucho sobre la importancia y responsabilidad que tenemos los padres y los educadores sobre el carácter de los chavales. Se quejaba el Señor Reloj y el Señor Candelabro de la mala suerte que habían tenido al ser agregados al hechizo malévolo del Señor de la Casa, la Bestia, y la Señora Tetera les hacía ver que ellos también eran responsables y culpables por la mala educación, caprichosa y egoísta, que había consentido a la Bestia. La Bestia no era agradecida, ni hospitalaria, ni tenía modales, ni pedía las cosas por favor. Después de ver este bello musical, cuando entro en algunas aulas y veo a mis alumnos yo mismo me pregunto si me convertiré en tiza, o en borrador, o en pupitre, ante los caprichos de mis alumnos. Me gustaría ser como la hermosa Bella y seducirles hacia la amabilidad desde la lectura de los libros y la armonía de la música. Pero siempre perdonando. La educación como el amor exige cada día una prueba de superación. Y, aun en los casos difíciles, como bien recogió Valle Inclán en su inspiración evangélica: "qui sine peccato est vestrum, primus in illam lapidem mittat". El que no perdona no ama y el que no ama no educa. Recuperemos en casa y en el colegio las palabras mágicas y las divinas palabras que nos ayuden a ser y a preparar una sociedad mas justa.







1 comentario:

Anónimo dijo...

Don Manuel Pizarro Moreno ha hecho referencia a las "divinas palabras"