martes, 22 de enero de 2008

Es el momento



No sé qué es lo que ha pasado pero en cuestión de unos minutos no soy el mismo. Hace unos días había logrado la comprensión de una amiga cuando veía mi habitación llena de trastos; de trastos, de libros, de revistas, de cintas de vídeo, de películas. Sé que las cosas están en mi habitación pero como ponga un papel encima ya pierdo la referencia y, como el otro día, me volví loco para encontrar una película que no tenía. Hace un momento se ha ido la luz. Sí, se ha ido la luz y yo no le he dado la menor importancia después de los acontecimientos que hemos vivido en casa. Pero cuando he visto y comprobado que la luz solo se va en mi habitación he lanzado un grito de pánico; sin luz no soy nada. Necesito la luz para ver, para leer, para asearme mejor, para escribir, para ... muchas cosas. Pero sobre todo necesito la luz para mi ordenador, no soy nada ni nadie sin el ordenador, sin Internet, sin mi correo electrónico. Llevo una hora desesperado y no sé qué hacer, como los ratones del queso estoy esperando que vuelva la luz a mi habitación y no viene, rezo y no se enciende nada, lloro y me consumo por la rabia. He comprobado que no son los halógenos, sino los enchufes los que hacen que salte el automático de mi habitación. He hecho todo tipo de combinados y la luz se va como un castigo de la instalación. Me tendré que resinar y meterme a oscuras en mi celda como un cavernícola en su gruta, con la sola luz de una vela roja que tranquilice el ánimo. Tal vez, como diría un compañero mío; es el momento.
Es el momento de revisar la instalación, sobre todo los enchufes. Es el momento de tirar tanto papel acumulado; de hacer limpieza y colocar los libros en una estantería donde se puedan ver y no por los suelos. Es el momento de tranquilizarme y crecer. Pero para crecer tengo que tirar muchas cosas de mi que suenan a pasado, a viejo, a caduco. Hace unos días un amigo mío se compró un buda. Hay quien se compra un cuadro, un espejo, un perchero. Mi amigo se compró un buda y lo colocó en una parte de su casa. Al cabo de unos días, no sé si es porque el buda le diría algo, el buda lo colocó en otro rincón de la casa sin lograr el convencimiento. No sé que pasaría que en pocos días el buda revolucionó la casa: cambió muebles, pintó paredes y la casa parecía otra. Seguro que era su momento. Yo no creo que necesite un buda para cambiar mi habitación, pero si no aprovecho esta oportunidad sé que dejaré pasar este momento de cambio, de limpieza y de crecimiento y lo mio será un caso patológico. Espero que mañana, con la luz del día, pueda pensar mejor, más tranquilo y con más luces en el cerebro.

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