viernes, 11 de marzo de 2011

No deja de ser curioso este fenómeno de la naturaleza. Estas aguas saladas y amargas son un reflejo de cómo este rincón del mundo no tiene vida y de cómo los judíos, desde su inteligencia, sepan sacarle partido.
Este joven peregrino es una muestra del color que adquieren los cuerpos con el barro. Tuvimos suerte. El tiempo era favorable. El sol espléndido. Y las ganas de disfrutar en esas horas eran muy grandes. No dejábamos de comparar. Hacía unas horas mojábamos nuestras cabezas con el agua fresca y viva del Jordán. Ahora era nuestro cuerpo desnudo el que se mojaba en aguas muertas.

Como os podéis imaginar, la seguridad del lugar estaba garantizada. Aunque impone ver a estos jóvenes con metralleta cerca de ti.



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