miércoles, 3 de octubre de 2007

De vendimia

Ultimamente me gusta celebrar mi cumpleaños vendimiando. No es que me apasione el trabajo, pero la vendimia es una época del año que tiene mucha belleza y encanto. Gracias a Dios ya han inventado máquinas que aligeren el esfuerzo humano, mamotretos que parecen sacados de otros planetas si los vez actuar de noche. Sí, dicen que se vendimia mejor de noche; la uva está mejor, la máquina está en mejores condiciones, aunque el tractorista-vendimiador no sé cómo estará a esas horas. De siempre nos hemos juntado toda la familia para vendimiar, incluso mi hermano pequeño al que menos veo de todos, la vendimia daba esa oportunidad de vernos, de hablar, de estar juntos. La vendimia era como una segunda feria pero sin puestos ni atracciones; el pueblo se llenaba de jornaleros procedentes de Andalucía que buscaban en la vendimia la posibilidad de ganar dinero hasta que comenzase los fríos y empezar a recoger la aceituna. Hoy se ven pocos andaluces por Quero. Los nuevos vendimiadores son rumanos de la Rumanía, como dice un gracioso, que contratados por los sindicatos del campo tratan de controlar el pillaje burocrático con estos emigrantes. Pero nosotros seguimos vendimiando en familia. Ya mi madre dejó de vendimiar, se queda en casa preparando la comida. Hoy ves a pocas cuadrillas que coman en el campo. Mi padre, que es duro de verdad, sigue capitaneando desde la mañana templano diciéndonos que ya está bien de estar en la cama, que los vecinos ya se han ido y que vamos a ser la risa de todas las cuadrillas cuando nos vean que salimos a trabajar los últimos. Es como una canción familiar muy matutina. Pero me gusta. Es como todos los años, como toda la vida se ha hecho. Son cuarenta y dos los años que he cumplido y me sigo viendo como un crío delante de mi padre; no sé si tendría diez años cuando empecé a vendimiar con una familia. Me vienen a la memoria tantos recuerdos... Pero vamos a dejarlo. Creo que con las uvas que corté este fin de semana tengo para hacer el vino suficiente para mis misas y tomarme alguna copa más con los amigos. Hoy me sigue doliendo todo el cuerpo, los riñones, las rodillas, los gemelos. Pero tengo guardado en el corazón, un año más, la celebración de mi cumpleaños que me gusta celebrar con Dios y con mi familia bajo el sol otoñal de la vendimia.

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